El
trabajo de Edgar Ladrón de Guevara (Ciudad de México, 1961) siempre
ha partido de la fotografía, aunque el producto final pueda parecer
una pintura, un grabado o dibujo. “Hoy, con las nuevas
herramientas, uno se pasa de una plataforma a otra”, expresa el
artista con motivo de La última mirada, exposición montada
en el Seminario de Cultura Mexicana del 21 de septiembre al 3 de
noviembre.
Ladrón
de Guevara reconoce su alejamiento de “la tradición” con la que
entró en contacto desde niño ya que fotógrafos como Manuel Álvarez
Bravo y Mariana Yampolsky, eran amigos de sus padres. De hecho,
empezó a tomar fotos desde los siete años. En México estudió
comunicación, guitarra clásica, luego música folclórica, incluso,
tuvo un grupo de rock. Quiso estudiar cine, que no le fue posible.
De la serie Número 43. |
En
cierto momento quiso ampliar sus horizontes y hacer un salto hacia
“no sé dónde”, entonces solicitó una beca Fulbright-García
Robles que le fue concedida para estudiar una maestría en fotografía
y medios alternativos en el School of Visual Arts en Nueva York. Allí
es donde empezó a mezclar otras disciplinas, aunque “la maestría
era sobre todo más conceptual, casi terapéutico. Rara vez
hablábamos de técnicas.
“A
partir de esa estancia mi trabajó comenzó a enfocarse hacia nuevas
direcciones, remando un poco en contra corriente a la tradición, a
lo que mi generación hacía. Desde allí ha sido un camino muy
solitario, con poca retroalimentación entre mi círculo. He tenido
más diálogo con poetas, músicos y artistas visuales
contemporáneos. Hoy empieza a haber un acercamiento con la comunidad
fotográfica, curiosamente”.
Poco
a poco Ladrón de Guevara ha encontrado la manera de expresar las
cosas que le interesan que señala como “esos espacios cuando se
detiene el tiempo”. Aclara que el tiempo es uno de los constantes
en su obra, “por los cambios, la transformación, las situaciones
que a veces no nos damos cuenta que suceden y que son parte de
nuestra realidad”.
Políptico de la serie Número 43. |
La
última mirada –título tomado de los haikús escritos
por su padre, el filósofo Moisés Ladrón de Guevara-- consistió en
cinco núcleos de trabajo, aunque la cantidad de obra en cada uno
varió. Por ejemplo, la instalación Número 43 está
compuesta de 43 piezas, además de un video con las imágenes que no
fueron seleccionadas, aunque forman parte de la serie. Es decir,
alrededor de 200 imágenes en total.
El
entrevistado tenía tiempo de no exponer su obra: “Por alguna razón
decidí dejar de exhibir como un cuestionamiento personal sobre lo
que tiene que ver con este mundo del arte, aunque seguí produciendo.
Ya urgía hacer una exposición individual para poder mostrar todas
estas cosas que he acumulado”. Por medio de su galería Artbaena el
fotógrafo ha participado en ferias de arte como Zona Maco.
Apunte 69, inyección de tinta. |
Con
curaduría de Héctor Archundia, la exposición se iniciaba con el
conjunto Número 43, surgido a raíz de la desaparición de
los normalistas: “En un momento de reflexión, al caminar un día
por la calle, vi una línea de pintura roja en el piso que estaba
fragmentada. Escogí 43 de sus fragmentos. Para mi primera
intervención, determiné un espacio, le tomé una imagen y me fui
como pensando con el tema del tiempo y futuro de los fragmentos.
“Al
regresar dos semanas después vi que la línea de pintura se
erosionaba y no me gustó, entonces traje los fragmentos conmigo. Los
guardé en una bolsa y me acompañaron a lo largo de tres años.
Durante ese tiempo en el momento que sentía la necesidad de
intervenir un espacio u objetos, lo hacía de manera espontánea con
los fragmentos de pintura. Mi trabajo es sugerente, poético, no es
muy literal”.
Reproducción instalada en el jardín del Seminario de Cultura Mexicana. |
Los
demás núcleos son Paisajes interiores, generados con objetos
cotidianos como un bagel o una bolsa de té; Haikú. Retratos de
mi padre, que parte de las poesías japonesas que escribió
su progenitor; de la serie Mi música,
que refleja lo que Ladrón de Guevara siente en el momento de
escuchar a sus compositores
favoritos; Caligrafías que desarrolla el concepto de
la fragilidad de nuestro cuerpo y existencia, además de una pieza
que “flota con la sensación de algo orgánico, uniforme, que de
alguna manera es etéreo”.
Acota:”Por
lo normal parto de fotos que tomo. Con esa materia prima empiezo a
generar la transformación de la imagen. Las voy alternando, hago
diferentes cosas, a veces las mal expongo, las mojo o dejo que se
deterioran con el tiempo. No sólo en conceptos manejo el tema del
tiempo, también en el momento de creación de la pieza. De allí que
el mismo deterioro que puede dar la luz forma parte de este proyecto.
Al final terminan en paisajes que son imaginarios.
Aspecto de la exposición. Todas las fotos son cortesía de Artbaena. |
“Difícilmente
me preguntarías dónde tomaste ésta foto o quién es esa persona.
Ya no importa. Pasa a otro plano. (Las pequeñas líneas que se
aprecian en una serie sin titulo) fueron personas, sin embargo ya
llegó a tal grado de manipulación que sí parecería un dibujo o
una pintura”.
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