domingo, 3 de noviembre de 2019

Edgar Ladrón de Guevara en el Seminario de Cultura Mexicana





El trabajo de Edgar Ladrón de Guevara (Ciudad de México, 1961) siempre ha partido de la fotografía, aunque el producto final pueda parecer una pintura, un grabado o dibujo. “Hoy, con las nuevas herramientas, uno se pasa de una plataforma a otra”, expresa el artista con motivo de La última mirada, exposición montada en el Seminario de Cultura Mexicana del 21 de septiembre al 3 de noviembre.

Ladrón de Guevara reconoce su alejamiento de “la tradición” con la que entró en contacto desde niño ya que fotógrafos como Manuel Álvarez Bravo y Mariana Yampolsky, eran amigos de sus padres. De hecho, empezó a tomar fotos desde los siete años. En México estudió comunicación, guitarra clásica, luego música folclórica, incluso, tuvo un grupo de rock. Quiso estudiar cine, que no le fue posible.



De la serie Número 43.




En cierto momento quiso ampliar sus horizontes y hacer un salto hacia “no sé dónde”, entonces solicitó una beca Fulbright-García Robles que le fue concedida para estudiar una maestría en fotografía y medios alternativos en el School of Visual Arts en Nueva York. Allí es donde empezó a mezclar otras disciplinas, aunque “la maestría era sobre todo más conceptual, casi terapéutico. Rara vez hablábamos de técnicas.

A partir de esa estancia mi trabajó comenzó a enfocarse hacia nuevas direcciones, remando un poco en contra corriente a la tradición, a lo que mi generación hacía. Desde allí ha sido un camino muy solitario, con poca retroalimentación entre mi círculo. He tenido más diálogo con poetas, músicos y artistas visuales contemporáneos. Hoy empieza a haber un acercamiento con la comunidad fotográfica, curiosamente”.

Poco a poco Ladrón de Guevara ha encontrado la manera de expresar las cosas que le interesan que señala como “esos espacios cuando se detiene el tiempo”. Aclara que el tiempo es uno de los constantes en su obra, “por los cambios, la transformación, las situaciones que a veces no nos damos cuenta que suceden y que son parte de nuestra realidad”.



Políptico de la serie Número 43.




La última mirada –título tomado de los haikús escritos por su padre, el filósofo Moisés Ladrón de Guevara-- consistió en cinco núcleos de trabajo, aunque la cantidad de obra en cada uno varió. Por ejemplo, la instalación Número 43 está compuesta de 43 piezas, además de un video con las imágenes que no fueron seleccionadas, aunque forman parte de la serie. Es decir, alrededor de 200 imágenes en total.

El entrevistado tenía tiempo de no exponer su obra: “Por alguna razón decidí dejar de exhibir como un cuestionamiento personal sobre lo que tiene que ver con este mundo del arte, aunque seguí produciendo. Ya urgía hacer una exposición individual para poder mostrar todas estas cosas que he acumulado”. Por medio de su galería Artbaena el fotógrafo ha participado en ferias de arte como Zona Maco.



Apunte 69, inyección de tinta.



Con curaduría de Héctor Archundia, la exposición se iniciaba con el conjunto Número 43, surgido a raíz de la desaparición de los normalistas: “En un momento de reflexión, al caminar un día por la calle, vi una línea de pintura roja en el piso que estaba fragmentada. Escogí 43 de sus fragmentos. Para mi primera intervención, determiné un espacio, le tomé una imagen y me fui como pensando con el tema del tiempo y futuro de los fragmentos.

Al regresar dos semanas después vi que la línea de pintura se erosionaba y no me gustó, entonces traje los fragmentos conmigo. Los guardé en una bolsa y me acompañaron a lo largo de tres años. Durante ese tiempo en el momento que sentía la necesidad de intervenir un espacio u objetos, lo hacía de manera espontánea con los fragmentos de pintura. Mi trabajo es sugerente, poético, no es muy literal”. 


Reproducción instalada en el jardín del Seminario de Cultura Mexicana.



Los demás núcleos son Paisajes interiores, generados con objetos cotidianos como un bagel o una bolsa de té; Haikú. Retratos de mi padre, que parte de las poesías japonesas que escribió su progenitor; de la serie Mi música, que refleja lo que Ladrón de Guevara siente en el momento de escuchar a sus compositores favoritos; Caligrafías que desarrolla el concepto de la fragilidad de nuestro cuerpo y existencia, además de una pieza que “flota con la sensación de algo orgánico, uniforme, que de alguna manera es etéreo”.

Acota:”Por lo normal parto de fotos que tomo. Con esa materia prima empiezo a generar la transformación de la imagen. Las voy alternando, hago diferentes cosas, a veces las mal expongo, las mojo o dejo que se deterioran con el tiempo. No sólo en conceptos manejo el tema del tiempo, también en el momento de creación de la pieza. De allí que el mismo deterioro que puede dar la luz forma parte de este proyecto. Al final terminan en paisajes que son imaginarios. 




Aspecto de la exposición. Todas las fotos son cortesía de Artbaena.




Difícilmente me preguntarías dónde tomaste ésta foto o quién es esa persona. Ya no importa. Pasa a otro plano. (Las pequeñas líneas que se aprecian en una serie sin titulo) fueron personas, sin embargo ya llegó a tal grado de manipulación que sí parecería un dibujo o una pintura”.


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