miércoles, 2 de octubre de 2019

UNO, de Enrique Rosas, en la galería Le Laboratoire






UNO, exposición de Enrique Rosas (Ciudad de México, 1972), montada en la galería Le Laboratoire, es el resultado de una invitación recibida hace un año del gobierno Chino para participar en una serie de actividades que incluyeron exhibiciones de su trabajo, pláticas en recintos universitarios y residencias artísticas. Mediante esta experiencia Rosas, quien es arquitecto, encontró finalmente espacio físico y mental para pintar nuevamente, después de años de no tomar el pincel.

En una demostración que Rosas dio en la galería, dijo que las actividades se desarrollaron en las ciudades de Hong Kong, Beijing y Xiaozou. En ésta última el Ministerio de Cultura reunió a los grandes maestros de la caligrafía y paisaje para un encuentro. “Al no compartir el idioma casi todo se convirtió en una comunicación gestual. Llegó un maestro en especial y con estos gestos y movimientos de una precisión –es casi un arte marcial lo que hacen-- y una soltura, pues, empecé a replicar de manera mimética, a jugar con él mientras trabajaba.



Aspectos de la demostración. Fotos de Merry MacMasters



No tomé uno, sino dos pinceles –se enamoró de un pincel de grandes dimensiones que funciona como una extensión del cuerpo a manera de una espada-- . El maestro, dijo, ‘uh’. Fue una especie de ruptura del duelo. De pronto estábamos dos culturas de América Latina y Asia encontrándonos en un lenguaje común. Si pensamos en encontrar un lenguaje común, también podemos pensar en regresarnos a Vasconcelos y esta idea del hombre cósmico que está inspirada en el mestizaje. Esta idea de la aportación de la cultura, o cada continente, a un ideal que para nuestra generación está en posibilidades de encarnar”.

Rosas, por su parte, escogió “éste camino de la pintura para conocer el universo, para conocerme a mí mismo,después de muchos años con el ímpetu, con la intención de sintetizar, de unificar. En estos movimientos no pretendo hacer paisaje ni caligrafía chinas, eso es para los chinos. Este es un movimiento que me revela a mi mismo; en este ejercicio aprendí a pasar por el fuego sin calcinarme”.






En momentos en que en el mundo “se levantan muros y estamos rodeados de hiperespecialización, la intención de UNO es integrarme mediante el ejercicio de la pintura. Puedo afirmar que mi trabajo es un diálogo que se realiza entre la memoria y la percepción, que podríamos suscribir en la tradición del arte cinético, óptico, geométrico, de naturaleza retiniana. La influencia de Carlos Cruz Díez o Eduardo Terrazas o Julio Leparc en los inicios fue algo sumamente claro”, señala Rosas.

Continuó: “Comencé con una desconstrucción de ciertos patrones elementales, líneas paralelas, concéntricas y radiales exploradas originalmente con recursos tecnológicos, computadoras y programas en los que repetía instrucciones, o le pedía a la máquina que repitiera instrucciones. En este caso lo hago con mi propio cuerpo, es decir, estas mismas líneas concéntricas y radiales están aquí retratadas en esta exploración”.   







UNO parte de la división. Son tres fuegos, negro, rojo y azul, tres colores que son tres culturas, tres lenguajes y tres continentes. Para Rosas el fuego negro fue casi una experiencia ritual: “El hecho de entrar a cada color, cada fuego, fue también como exponerme a mí mismo a fuerzas. Tenía que pedir permiso porque a veces era demasiado fuerte, era pasar por el fuego y me quemaba, hasta que entendí para poder romper los límites tenía que pedir permiso. Eso es algo que vi en el proceder de estos maestros chinos con los que hubo el encuentro en la ciudad de Xiaozou”.

En el fuego rojo hay una invocación de naturaleza ígnea, volcánica, algo familiar para los habitantes de la Ciudad de México. El fuego azul es técnicamente el más complejo: “Provengo de una familia vinculada a la cinematografía, de allí quizá el lenguaje cinético logró venir a mi psique de manera más fluida. El hecho de trabajar con la cinematografía también tiene que ver con el aspecto técnico de revelar y una técnica primitiva de la fotografía que tiene que ver con el revelado es el cianotipia, cuyo nombre tiene que ver con su color: azul profundo, muy cercano al azul de Prusia, intensísimo, que se genera a partir de un compuesto químico que, al combinarse con otro agente, se hace una sustancia fotosensible que, al exponerse al sol, de un color verde se torna de un azul profundo. Los patrones a la vista son producto de una experimentación original con éstas concentricidades que generé con la computadora o a mano, y que en algunas piezas que presentaré próximamente incluyen también mi propio cuerpo”.






En el contexto del pasado Gallery Weekend Rosas estuvo acompañado en su demostración por la terapeuta sonora Giuliana Rivero, a la manera de un acto de fusión de horizontes.

La galería Le Laboratoire se ubica en Vicente Suárez 69, interior 2, esquina Cuernavaca, colonia Condesa. Previa cita al 5256 4360. La exposición permanecerá hasta el 11 de octubre.






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