UNO,
exposición de Enrique Rosas (Ciudad de México, 1972), montada en la
galería Le Laboratoire, es el resultado de una invitación recibida
hace un año del gobierno Chino para participar en una serie de
actividades que incluyeron exhibiciones de su trabajo, pláticas en
recintos universitarios y residencias artísticas. Mediante esta
experiencia Rosas, quien es arquitecto, encontró finalmente espacio
físico y mental para pintar nuevamente, después de años de no
tomar el pincel.
En
una demostración que Rosas dio en la galería, dijo que las
actividades se desarrollaron en las ciudades de Hong Kong, Beijing y
Xiaozou. En ésta última el Ministerio de Cultura reunió a los
grandes maestros de la caligrafía y paisaje para un encuentro. “Al
no compartir el idioma casi todo se convirtió en una comunicación
gestual. Llegó un maestro en especial y con estos gestos y
movimientos de una precisión –es casi un arte marcial lo que
hacen-- y una soltura, pues, empecé a replicar de manera mimética,
a jugar con él mientras trabajaba.
Aspectos de la demostración. Fotos de Merry MacMasters |
“No
tomé uno, sino dos pinceles –se enamoró de un pincel de grandes
dimensiones que funciona como una extensión del cuerpo a manera de
una espada-- . El maestro, dijo, ‘uh’. Fue una especie de ruptura
del duelo. De pronto estábamos dos culturas de América Latina y
Asia encontrándonos en un lenguaje común. Si pensamos en encontrar
un lenguaje común, también podemos pensar en regresarnos a
Vasconcelos y esta idea del hombre cósmico que está inspirada en el
mestizaje. Esta idea de la aportación de la cultura, o cada
continente, a un ideal que para nuestra generación está en
posibilidades de encarnar”.
Rosas,
por su parte, escogió “éste camino de la pintura para conocer el
universo, para conocerme a mí mismo,después de muchos años con el
ímpetu, con la intención de sintetizar, de unificar. En estos
movimientos no pretendo hacer paisaje ni caligrafía chinas, eso es
para los chinos. Este es un movimiento que me revela a mi mismo; en
este ejercicio aprendí a pasar por el fuego sin calcinarme”.
En
momentos en que en el mundo “se levantan muros y estamos rodeados
de hiperespecialización, la intención de UNO es integrarme mediante
el ejercicio de la pintura. Puedo afirmar que mi trabajo es un
diálogo que se realiza entre la memoria y la percepción, que
podríamos suscribir en la tradición del arte cinético, óptico,
geométrico, de naturaleza retiniana. La influencia de Carlos Cruz
Díez o Eduardo Terrazas o Julio Leparc en los inicios fue algo
sumamente claro”, señala Rosas.
Continuó:
“Comencé con una desconstrucción de ciertos patrones elementales,
líneas paralelas, concéntricas y radiales exploradas originalmente
con recursos tecnológicos, computadoras y programas en los que
repetía instrucciones, o le pedía a la máquina que repitiera
instrucciones. En este caso lo hago con mi propio cuerpo, es decir,
estas mismas líneas concéntricas y radiales están aquí retratadas
en esta exploración”.
UNO
parte de la división. Son tres fuegos, negro, rojo y azul, tres
colores que son tres culturas, tres lenguajes y tres continentes.
Para Rosas el fuego negro fue casi una experiencia ritual: “El
hecho de entrar a cada color, cada fuego, fue también como exponerme
a mí mismo a fuerzas. Tenía que pedir permiso porque a veces era
demasiado fuerte, era pasar por el fuego y me quemaba, hasta que
entendí para poder romper los límites tenía que pedir permiso. Eso
es algo que vi en el proceder de estos maestros chinos con los que
hubo el encuentro en la ciudad de Xiaozou”.
En
el fuego rojo hay una invocación de naturaleza ígnea, volcánica,
algo familiar para los habitantes de la Ciudad de México. El fuego
azul es técnicamente el más complejo: “Provengo de una familia
vinculada a la cinematografía, de allí quizá el lenguaje cinético
logró venir a mi psique de manera más fluida. El hecho de trabajar
con la cinematografía también tiene que ver con el aspecto técnico
de revelar y una técnica primitiva de la fotografía que tiene que
ver con el revelado es el cianotipia, cuyo nombre tiene que ver con
su color: azul profundo, muy cercano al azul de Prusia, intensísimo,
que se genera a partir de un compuesto químico que, al combinarse
con otro agente, se hace una sustancia fotosensible que, al exponerse
al sol, de un color verde se torna de un azul profundo. Los patrones
a la vista son producto de una experimentación original con éstas
concentricidades que generé con la computadora o a mano, y que en
algunas piezas que presentaré próximamente incluyen también mi
propio cuerpo”.
En
el contexto del pasado Gallery Weekend Rosas estuvo acompañado en su
demostración por la terapeuta sonora Giuliana Rivero, a la manera de
un acto de fusión de horizontes.
La
galería Le Laboratoire se ubica en Vicente Suárez 69, interior 2,
esquina Cuernavaca, colonia Condesa. Previa cita al 5256 4360. La exposición permanecerá hasta el 11 de octubre.
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