El artista
conceptual Lawrence Weiner (Bronx, Nueva York, 1942) viajó a CDMX
–no obstante un problema médico-- para asistir a la apertura de su
intervención Forever & a day (Para siempre y un día) en
el Museo de la Ciudad de México (MCM), la Plaza de la Constitución,
la Secretaría de Educación Pública y el Museo Tamayo Arte
Contemporáneo, porque “de repente mi país volteó y cagó en la
cabeza de todo el mundo”. Se volvió “prioridad” venir.
También como
artista esta exposición representa “uno de los grandes cumplidos
que uno pueda recibir en su vida”, expresa con su nostálgico
aspecto “beat”. Ya había expuesto en el Museo Tamayo en 2004 con
el título Cubierto por nubes.
Entrevistado por La Jornada, Weiner traía claro que quería decir que “existen personas dentro de nuestra cultura (estadunidense) que no tienen los sentimientos que estos tristes compradores suburbanos sí muestran hacia los mexicanos. Soy neoyorquino y los mexicanos son los inmigrantes favoritos allí. Soy de barrio bajo, crecí en el sur del Bronx, provengo de personas sin éxito. Los mexicanos pobres se portan bien con sus niños, contrario a la mayoría de los inmigrantes pobres que sólo quieren que el hijo sea un reflejo de sí mismo”.
México
-continúa- forma parte de América del Norte, “no Sudamérica, y
no es Europa. Una de las
cosas que hacen famosas las
ciudades de Nueva York, Los Ángeles, Vancouver, todos estos lugares, es que una persona humanista de buenos sentimientos, socialista si
así lo desea, no obliga a sus hijos a ser un reflejo de sí mismo para
tener éxito. Se matan trabajando a
fin de tener suficientes recursos para que sus hijos no tengan
que ser como ellos.
“Sin embargo, ahora tenemos una mentalidad de clase media baja, mentalidad tribal, que dicta que el hijo tiene que ser como el padre. ¡Qué desperdicio de crianza! De hacer eso con caballos, uno se quedaría en la ruina. Y, con vacas, se moriría de hambre. ¿Por qué hacerlo con seres humanos? Deja que florezcan. Eso no es posible cuando funcionas dentro de un esquema anticuado de mamá, papá, tipo familia, porque les da miedo las personas que no se les aparezca.
“No
puedo hacer nada al respecto en el arte, sin embargo sí puedo hacer
algo interesante. Si una pieza de oro y una de plomo
tienen el mismo valor dentro del contexto del arte, no hay ninguna
lógica para el racismo, ¿verdad? No
se puede ser cortés acerca de personas que son racistas. No es que a
uno le tenga que gustar,
sin embargo hay una diferencia entre el racismo y que a uno no le
guste. Esto es todo lo que puedo hacer. Sólo soy artista. Vamos a
ver qué pasa”.
Según Weiner la sociedad se ha olvidado de que el arte era parte de ella, no solo comercio, ni mercancía: “El arte es algo que las personas utilizan para entender lo que hacen, su lugar bajo el sol, en el mundo, por eso existe. En lo práctico está la necesidad de que las personas sigan funcionando como artistas. Sería como observar una mazorca de maíz, sin darse cuenta de la belleza de su estructura”.
Para
el entrevistado “la vida
tiene otra lógica” y el arte lo que hace es dársela a las
personas. Por eso, “hago muchas obras públicas, no
tienen nada que ver conmigo, el espectador no se aleja
sabiendo quién soy. Sin embargo, se va con la sensación de cómo
le hizo
sentir, entonces empieza a buscar otras cosas que le hacen sentir
igual. Este es nuestro trabajo”.
Quedan
los pensamientos de Weiner: Algo de alguna manera, Algún día en
algún lugar y
En alguna parte de algún modo.
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