jueves, 28 de noviembre de 2019

El Cuerpo Mutable en el Teatro de la Danza





Una segunda versión de Atavíos urbanos, creación de la coreógrafa Lidya Romero, directora de la compañía El Cuerpo Mutable/teatro de movimiento, se presentará en el Teatro de la Danza, ubicado en el Centro Cultural del Bosque, del 5 al 8 de diciembre. Hubo una primera temporada en la Biblioteca Vasconcelos, donde la obra fue concebida para un pasillo de cristal translúcido, con el público acostado en el piso de abajo, viendo hacia arriba. 

Habrá una función previa el sábado 30, a las 18 horas, en el Parque de la Amistad México-Japón, avenida Baja California y Cholula, colonia Hipódromo.

La nueva versión surge de la misma matiz, es decir, la observación de la vida cotidiana de la ciudad y sus personajes (policías, un faquir del Metro, indigentes, señoras sentadas en un parque) aunque es otra “resonancia de concepto”, expresa Romero durante un ensayo de la pieza en los alrededores del Teatro de la Danza (TD) Guillermina Bravo. 



Personajes de la urbe.



Interviene tanto el espacio público como los recintos formales para la danza. Atavíos urbanos empezará afuera del TD, donde el público acompañará a los bailarines de manera itinerante por diferentes espacios, para luego accesar al recinto. Algunas de las escenas serán con el público arriba del escenario y luego abajo.

Para la bailarina y docente ésta cercanía/lejanía dotará al espectador con una perspectiva diferente que le permitirá participar activamente en la narrativa y construcción de la obra. “Nos importa que el espectador tenga la experiencia en el propio cuerpo. Qué no sólo observe, sino se movilice junto con la coreografía y es parte de ella”, acota. 






La compañía, fundada en 1982, llama estas intervenciones “irrupciones a los espacios públicos” como plazas, bibliotecas y museos: “Es una investigación que tiene que ver con la formación de públicos y la relación de la obra, el diseño arquitectónico, la vocación de los espacios y cómo el espectador un agente activo en la construcción de la narración de las obras”.

El tema de Atavíos urbanos tiene que ver con “la participación de la ciudadanía en los sucesos públicos –cómo el acontecer cotidiano deja trazos, huellas y rastros en los espacios públicos-- , desde los feminicidios que suceden en nuestras colonias y ya son parte del acontecer diario, hasta otro tipo de sucesos menos violentos, como es la convivencia sana entre padres e hijos en los parques, las personas que salen a pasear sus mascotas, en fin, los trabajadores de limpia. Todo esto es parte del paisaje urbano que consideramos materia atractiva para trabajar sobre ella”.






El feminicidio de Cristina Vázquez, vecina de la colonia Hipódromo, a quien Romero conocía y cuyo edificio ve desde su ventana, le confrontó con “la pasmosa realidad de la Ciudad de México”.

Casi la totalidad de la música para la obra fue compuesta por Mauro Gómez, mientras que el diseño de vestuario es de Mauricio Ascencio, y la iluminación de Hugo Heredia. Los creadores escénicos que intervienen en Atavíos urbanos son: Cinthia Portes, Rocío Flores, Marta Elena Welch, Luisa González, Dylan Amador y Maximiliano Flores.



El Faquir. Fotos de Merry MacMasters



Actualmente Cuerpo Mutable desarrolla el proyecto Mutancia, irrupciones y disrupciones, apoyado por el programa México en Escena, del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, que les ha permitido darle seguimiento al entrenamiento y la producción de diferentes obras en 2019.

Sobre el panorama actual para los bailarines en México, Romero dice: “Tenemos pendiente una verdadera legislación sobre el trabajo de los artistas que tiene que ver con la concepción y el posicionamiento del arte en la sociedad. ¿Qué tan importante es para una sociedad actual en plena transformación, el trabajo y las aportaciones de ésta esfera de lo sensible, de la imaginación y de la creatividad que toda sociedad sustentable y saludable debe tener como una cuestión básica, como parte de esta formación integral del individuo?

Para mí la sociedad está en deuda con los productores del arte. Tendríamos que impulsar ahora en los albores de la 4o transformación la legislación sobre este trabajo. Se abren escuelas, tenemos licenciaturas, maestría y posgrados en arte, sin embargo todavía no somos capaces de legislar sobre esta esfera productiva de la sociedad”.



jueves, 21 de noviembre de 2019

Desgarros y suturas, de Carlos Kravetz, en el Centro Vlady





Para su más reciente exposición en México, Desgarros y suturas, que se montó en el Centro Vlady, el pintor argentino Carlos Kravetz (1951) ha creado una gran metáfora “de la descomposición y desagregación que significa para su país natal el gobierno del empresario Mauricio Macri”, expresa la curadora Lelia Driben.

Para lograr su propósito Kravetz tomó “una reliquia que es la bandera de la derrota en una de las batallas por la guerra independista: la de Ayohuma--en quechua significa cabeza de muerto-- . A partir de este hecho Carlos se apropia del emblema, lo rompe en mil pedazos, lo arruga y ensucia, hace que las ratas caminen sobre su tela y muestra a la multitud derrotada en un eco referencial del gran artista argentino Antonio Berni”.



El mismo barco, pintura.



El lugar para mostrar la exposición en México era el Centro Vlady, perteneciente a la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, ya que “mientras muchos otros recintos omiten la confrontación entre arte y política, aquí se hace lo contrario”, apunta Driben.

Según la crítica de arte se trata de una exposición “muy fuerte que sobre todo cuestiona una aventura nefasta fuera de toda dimensión. Si en alguna época hablábamos de capitalismo avanzado y de lo que terminó siendo el neoliberalismo, en este momento vivimos en general en el mundo el capitalismo avanzado en estado absolutamente salvaje, un salvajismo fuera de cualquier dimensión posible”.



Invasión, pintura



La obra de Kravetz no siempre ha sido política: “A lo largo de mi vida me interesaron distintas cosas aunque siempre he tenido en lo personal una actitud determinada y una mirada progresista, sin embargo mi obra nunca fue particularmente política. Siempre fue una obra de indagación sobre quién soy yo, qué pienso en la vida, que tomó distintas formas a lo largo del tiempo”.

No obstante, “cuando subió el gobierno actual en Argentina, uno sentía golpe tras golpe tras golpe todos los días. Hubo un tiempo en que no sabía de qué quería hablar, estaba como golpeado también pese a que los artistas somos un sector un poco privilegiado de la sociedad. Lo importante es que tiene uno para decir.



Estado de situación, gráfica digital.



En determinado momento surgió esto de la bandera de Ayohuma que veía en las revistas infantiles cuando iba a la primaria. Me acordé de esto y empecé a trabajar con la idea de la bandera destruida. Una cosa iba llevando a la otra”.

Kravetz explica que es una sola serie con subtemas: La plaga, esta sensación de la invasión de ratas que destruyen lo que uno construyó años para su propio beneficio; El derrumbe; La gente; El piso, la idea de la bandera pisada; El oro y La sutura, que es la posibilidad de salir de la herida aunque no sin cicatrices. La idea es “reconstruir como se puede con las cicatrices que nos quedan”.



Pisadas, gráfica digital. Fotos cortesía del Centro Vlady.



El entrevistado señala que la idea de las obras de El derrumbe surgen de una foto que tomé desde la terraza de un amigo mio que vive en México, porque la casa de a lado fue destruido por el sismo del 19 de septiembre de 2017”.

Se trata de una serie cerrada porque “lo que tenía para decir está dicho. Además tengo la sensación de que la vida está cambiando en mi país”.

La exposición Desgarros y suturas permanecerá hasta el 22 de noviembre de 2019 en el Centro Vlady, Goya 63, colonia Insurgentes, Mixcoac.






lunes, 11 de noviembre de 2019

¿De que se ríe licenciado?, pregunta en la Galería Metropolitana




El artista visual Ricardo Milla (Durango,1974) retomó el título de un libro de Carlos Monsiváis publicado en 1984 para su exposición antológica “de mitad de camino” montada en la Galería Metropolitana del 28 de junio al 30 de octubre. ¿De qué se ríe licenciado? y otras historias, compuesta de nueve obras, entre instalación, fotografía y arte objeto, era “una ironía sobre esta cuestión política, vertical, institucional, que oprime, pues, a los ciudadanos desde el punto de vista del poder”, expresa Milla.






Entrevistado, explica: “Cuando me preguntan si soy un artista conceptual o retinal, me parece una discusión estéril y me declaro impresionista, no porque pinte como Monet, sino porque las obras vistas en la exhibición son mi impresión de la realidad”.

¿Cómo ve la realidad? “Veo que se ha vuelto más oscura. Antes con la falta de información que había, o como nos dosifican la información el poder o el estatus, teníamos una cierta conducta. Ahora esta sobra de información nos deja en una posición peor, de más confusión. Si antes era una sequía, ahora es una inundación que nos ahoga. Esto está diseñado para que haya mucho ruido y alguien se beneficia de ello”.






Para la muestra el curador Santiago Espinosa de los Monteros y el expositor, en “un diálogo socrático”, escogieron piezas del gusto de ambos, que a la vez pudieran generar cuestionamientos en los espectadores. Milla señala ¡Buenas noticias para la gente que ama las malas noticias!, mural de 10 imágenes de 1.50 de alto por 1.09 de ancho cada uno, que consiste en una serie de acercamientos a las sonrisas de candidatos a puestos de elección popular en México, de diferentes partidos.

Son “sonrisas impostadas, falsas, que hacen pasar por una buena persona a alguien que seguramente no lo es. Me importa conservar estos pedazos de propaganda porque es lo que somos. No es que ellos sean los malos y nosotros los buenos, porque sí hay una cuestión de complicidad, de codependencia”.


Fotos cortesía de la Galería Metropolitana.



Esta situación también se observa en la pieza Síndrome de Estocolmo, una intervención de cubos de Rubik con los logotipos de los partidos políticos. Esta reacción psicológica por parte de un víctima de una retención en contra de su voluntad hacia su captor, es traducido a la esfera política no sólo de México, sino también de Estados Unidos donde el artista ha residido en varias ocasiones.

La estética de la estática es una selección de 15 fotografías tomadas a diferentes horas de un reloj sin funcionar en un edificio público de Durango. Para Milla un reloj descompuesto –algo muy común en México y su estado-- , sin posibilidades, o la intención, de arreglar, habla de “una sociedad muy limitada, en la que los resultados son magros en muchas cuestiones”. Para realizar la serie el artista permaneció durante 24 horas con una cámara de video y otra fotográfica, y registró el inmueble minuto a minuto. “Se contrasta el inexorable paso del tiempo natural que no podemos detener y el tiempo político-social detenido en México desde muchas décadas tristemente”, dice.

---Es usted muy crítico de la política mexicana, sin embargo dicen que el arte no cambia el mundo.

---En ese sentido soy analista; sé que que el arte cambia el mundo y las personas. Es complicado porque la batalla es despareja, inequitativa, sin embargo pienso si uno pone su granito de arena ya es suficiente. En el cuento de Hansel y Gretel los hermanos para no perderse, van dejando un rastro de pan. Creo que a veces el arte puede ser ese pedazo de pan para trazar una ruta y más o menos darnos una idea de quiénes fuimos o quiénes somos, porque no se puede cambiar lo que no se conoce. O lo que no se mire.

La Galería Metropolitana pertenece a la Universidad Autónoma Metropolitana y se ubica en Medellín 28, colonia Roma.

domingo, 3 de noviembre de 2019

Edgar Ladrón de Guevara en el Seminario de Cultura Mexicana





El trabajo de Edgar Ladrón de Guevara (Ciudad de México, 1961) siempre ha partido de la fotografía, aunque el producto final pueda parecer una pintura, un grabado o dibujo. “Hoy, con las nuevas herramientas, uno se pasa de una plataforma a otra”, expresa el artista con motivo de La última mirada, exposición montada en el Seminario de Cultura Mexicana del 21 de septiembre al 3 de noviembre.

Ladrón de Guevara reconoce su alejamiento de “la tradición” con la que entró en contacto desde niño ya que fotógrafos como Manuel Álvarez Bravo y Mariana Yampolsky, eran amigos de sus padres. De hecho, empezó a tomar fotos desde los siete años. En México estudió comunicación, guitarra clásica, luego música folclórica, incluso, tuvo un grupo de rock. Quiso estudiar cine, que no le fue posible.



De la serie Número 43.




En cierto momento quiso ampliar sus horizontes y hacer un salto hacia “no sé dónde”, entonces solicitó una beca Fulbright-García Robles que le fue concedida para estudiar una maestría en fotografía y medios alternativos en el School of Visual Arts en Nueva York. Allí es donde empezó a mezclar otras disciplinas, aunque “la maestría era sobre todo más conceptual, casi terapéutico. Rara vez hablábamos de técnicas.

A partir de esa estancia mi trabajó comenzó a enfocarse hacia nuevas direcciones, remando un poco en contra corriente a la tradición, a lo que mi generación hacía. Desde allí ha sido un camino muy solitario, con poca retroalimentación entre mi círculo. He tenido más diálogo con poetas, músicos y artistas visuales contemporáneos. Hoy empieza a haber un acercamiento con la comunidad fotográfica, curiosamente”.

Poco a poco Ladrón de Guevara ha encontrado la manera de expresar las cosas que le interesan que señala como “esos espacios cuando se detiene el tiempo”. Aclara que el tiempo es uno de los constantes en su obra, “por los cambios, la transformación, las situaciones que a veces no nos damos cuenta que suceden y que son parte de nuestra realidad”.



Políptico de la serie Número 43.




La última mirada –título tomado de los haikús escritos por su padre, el filósofo Moisés Ladrón de Guevara-- consistió en cinco núcleos de trabajo, aunque la cantidad de obra en cada uno varió. Por ejemplo, la instalación Número 43 está compuesta de 43 piezas, además de un video con las imágenes que no fueron seleccionadas, aunque forman parte de la serie. Es decir, alrededor de 200 imágenes en total.

El entrevistado tenía tiempo de no exponer su obra: “Por alguna razón decidí dejar de exhibir como un cuestionamiento personal sobre lo que tiene que ver con este mundo del arte, aunque seguí produciendo. Ya urgía hacer una exposición individual para poder mostrar todas estas cosas que he acumulado”. Por medio de su galería Artbaena el fotógrafo ha participado en ferias de arte como Zona Maco.



Apunte 69, inyección de tinta.



Con curaduría de Héctor Archundia, la exposición se iniciaba con el conjunto Número 43, surgido a raíz de la desaparición de los normalistas: “En un momento de reflexión, al caminar un día por la calle, vi una línea de pintura roja en el piso que estaba fragmentada. Escogí 43 de sus fragmentos. Para mi primera intervención, determiné un espacio, le tomé una imagen y me fui como pensando con el tema del tiempo y futuro de los fragmentos.

Al regresar dos semanas después vi que la línea de pintura se erosionaba y no me gustó, entonces traje los fragmentos conmigo. Los guardé en una bolsa y me acompañaron a lo largo de tres años. Durante ese tiempo en el momento que sentía la necesidad de intervenir un espacio u objetos, lo hacía de manera espontánea con los fragmentos de pintura. Mi trabajo es sugerente, poético, no es muy literal”. 


Reproducción instalada en el jardín del Seminario de Cultura Mexicana.



Los demás núcleos son Paisajes interiores, generados con objetos cotidianos como un bagel o una bolsa de té; Haikú. Retratos de mi padre, que parte de las poesías japonesas que escribió su progenitor; de la serie Mi música, que refleja lo que Ladrón de Guevara siente en el momento de escuchar a sus compositores favoritos; Caligrafías que desarrolla el concepto de la fragilidad de nuestro cuerpo y existencia, además de una pieza que “flota con la sensación de algo orgánico, uniforme, que de alguna manera es etéreo”.

Acota:”Por lo normal parto de fotos que tomo. Con esa materia prima empiezo a generar la transformación de la imagen. Las voy alternando, hago diferentes cosas, a veces las mal expongo, las mojo o dejo que se deterioran con el tiempo. No sólo en conceptos manejo el tema del tiempo, también en el momento de creación de la pieza. De allí que el mismo deterioro que puede dar la luz forma parte de este proyecto. Al final terminan en paisajes que son imaginarios. 




Aspecto de la exposición. Todas las fotos son cortesía de Artbaena.




Difícilmente me preguntarías dónde tomaste ésta foto o quién es esa persona. Ya no importa. Pasa a otro plano. (Las pequeñas líneas que se aprecian en una serie sin titulo) fueron personas, sin embargo ya llegó a tal grado de manipulación que sí parecería un dibujo o una pintura”.