En
Autorreconstrucción: Detritus, proyecto del artista
conceptual Abraham Cruzvillegas, no hubo una curaduría, tampoco una
museografía. Cada uno de los más de 50 artistas participantes
acudió al Museo Universitario de Ciencias y Arte (Muca) Campus, y
decidió dónde poner su obra. Por lo general las piezas se crearon
en el amplio espacio del recinto con materiales encontrados en la
misma universidad, ya sea en el departamento de bajas, o de plano
basura. Otras obras vinieron de la galería que representa a
Cruzvillegas (CDMX, 1968), mientras que otras fueron prestadas por
sus autores, expresa en entrevista.
La
intención de la muestra tiene que ver con “el detritus como
transformación, cambio, no tanto como basura”, dice el artista
visual. Más que concientizar al público sobre la basura que se
produce, la idea tiene que ver con “la materia en permanente
transformación. De acuerdo con las leyes de la física ni se crea ni
se destruye, sino se transforma. Poner en evidencia eso ha sido el
leit motif de mi trabajo.
“También
lo utilizo como una metáfora de la identidad, algo que cambia
permanentemente, asociado a la idea de la autoconstrucción que he
manejado desde hace años y que es más bien la construcción del
yo”. En la exhibición es “un yo con los demás, entonces me
transformo también. Nuestra relación cambia en la medida que
colaboramos, construimos o destruimos algo juntos”.
Detritus
surgió a raíz del proyecto Milpa: ritual imprescindible
organizada hace tres años por la investigadora Elena Álvarez-Buylla
y Juan Carlos Martínez en el Jardín Botánico de la Universidad
Nacional Autónoma de México (UNAM). Invitado, Cruzvillegas hizo una
obra que quedó inconclusa; era un muro que recuperaba el cascajo de
la Reserva Ecológica del Pedregal de San Ángel (REPSA) para
completar un muro que encontró allí.
Ya
que Detritus procede del
espacio académico, fue convocado también por Peter Krieger, del
Instituto de Investigaciones Estéticas, Humberto Urquiza, del Centro
de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe, Luis Zambrano y
Silke Cram, de la REPSA. En vez de hacer una exposición individual,
Cruzvillegas convocó a sus amigos –entre ellos, Gabriel Orozco,
Dr. Lakra y Damián Ortega-- , éstos a los suyos, otros a sus
alumnos y demás amigos. A lo largo de tres meses –se inauguró el
12 de mayo-- hubo actividades diarias como, por ejemplo, la lectura
del escritor Juan Villoro de capítulos de su nuevo libro El
vértigo horizontal.
Para
el entrevistado “todo cabe en una obra de arte”, metáfora que
también tiene que ver con la inclusión. Precisa: “No selecciono
los materiales. Hay un tema de inclusión que tiene que ver con la
ética y la política: no excluir, no segregar, no limitar. Eso sería
para mi más ecológico en un sentido político que el sólo hecho de
reciclar basura como tal”.
La
muestra encierra una reflexión, “con la que crecimos”, sobre la
“promesa de modernidad”. “Se nos inventó una necesidad que es
el progreso, entendido como el consumo. Más que hablar literalmente
de eso, mi intención como artista es traer la reflexión a mi propia
manera de producir arte con lo que aparece para otros como basura. Ni
siquiera le llamo basura sino material y lo he puesto a prueba
históricamente, no existe ningún material que no pueda incorporar
una obra de arte”.
Autorreconstrucción:
Detritus fue montada en el MUCA Campus, en la Facultad de
Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México.
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