La
escritora Elena Poniatowska siempre ha dado voz a los más débiles y
olvidados, de allí que el artista visual español Luis Moro
(Segovia, 1969) hizo hincapié en la presencia de la periodista en el
contexto de Resistencia animal, exposición montada en el
Museo de la Ciudad de México, cuyo catálogo fue presentado en el
acto de clausura.
Ya
que en la muestra uno se ponía de lado del más débil, en este caso
los animales e insectos, el expositor rindió un homenaje a
Poniatowska porque a lo largo de su obra “se ha centrado en estos
personajes invisibles presentes en la exposición”. Moro realizó
con la Premio Cervantes de Literatura 2013, la carpeta La leona,
basada en su poema homónimo.
Juan Manuel Springer, Elena Poniatowska, Luis Moro y Miguel Cereceda. Foto cortesía de Olga Simsolo. |
Poniatowska,
quien vestía de blanco, dijo “aquí estamos en un día como de
primera comunión porque todo se ve de blanco. Nos acompañan los
pajaritos que están en un hilo telefónico o de luz, al igual que
unos avestruces a los que un semáforo les ha dado permiso de cruzar
la calle. Nosotros también vamos a ir a tomar la calle sin permiso
como los avestruces. Pertenezco a una familia que siempre amó a los
animales porque mi abuela, Elena Iturbe de Amor, fundó la Sociedad
Protectora de Animales. Viví durante muchos años en su casa donde
tenía 40 perros recogidos de la calle. ¡Qué bueno que contemos con
un pintor con esa visión muy profunda de lo más pequeño!”.
Hace
unos años Moro expuso bajo el nombre de Tormenta arena:
“Mientras Estados Unidos bombardeaba Irak con la operación
Tormenta del desierto, vivía en un pueblito en el que las hormigas
también combatían entre ellas. Hice una alegoría de lo que eran
las guerras, en que por lo general sólo se habla de víctimas
humanas, de daños colaterales. Sin embargo, no nos damos cuenta de
todas esas víctimas invisibles que son los ecosistemas de vida en
las zonas de conflicto”.
Para
el Museo de la Ciudad de México el artista se concentró en lo que
llama “el conflicto en el Valle de México”, simbolizado en la
exposición por un árbol retomado de la avenida Insurgentes, casi a
la altura del Parque Hundido. “Cada vez que pasaba por allí oía
en el atardecer un bramido, una fuerza que salía de un pequeño
conjunto de cuatro o cinco árboles que era mucho más fuerte que la
calle Insurgentes con sus sirenas, el ruido del tráfico y los
aviones que pasaban por arriba. La vida animal seguía en ese pequeño
refugio, en el que crean su propio ecosistema que cada vez invadimos
más en el Valle de México”.
El
crítico de arte José Manuel Springer dijo ver en Moro “un abogado
del conocimiento y de la defensa de los derechos de todos aquellos
seres que se vieron atrapados por la ciudad, por la historia de
ambiciones que no son las suyas. Es la trama citadina una telaraña
fina que todo lo cubre y lo enreda, donde en ese entramado surgen las
historias de seres que viven encerrados en una pequeña habitación,
hacinados en una esquina, condenados a un árbol atravesado por
cientos de cables negros de fibra óptica.
“Su
existencia pende literalmente de un hilo negro que apenas lo
sostiene. Alquimia, botánica, zoología y los derechos de las
personas migrantes condenadas por un sistema cruel y ciego a vivir a
salto de mata, son los temas que Luis ha tocado con la elocuencia y
la disciplina de quien sabe a profundidad lo que es vivir”.
Para
el también crítico de arte Miguel Cereceda el dibujo aparenta
dominar la obra de Moro: “Eso nos habla de la potencia de la
creación del dibujo como una herramienta, no sólo de creación
plástica, sino también de pensamiento”.
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