domingo, 28 de julio de 2019

Eniac Martínez, de Tánger a Calais




La siguiente entrevista inédita fue realizada con Eniac Martínez en enero de 2018 con motivo de la aparición del pequeño libro Tánger a Calaís: 2017, publicado por el fotógrafo con recursos propios, con el objeto de vivir un proceso de duelo.


El fotógrafo Eniac Martínez Ulloa (CDMX, 1959-2019) tuvo el infortunio de perder sus padres en 2017, primero su madre y luego su progenitor el 15 de octubre. Caminar siempre ha sido su manera de somatizar lo que le pasa. En esta ocasión sus caminatas lo llevaron de Tánger a Calais ya que en ese intervalo había sido contratado para trabajar en la película alemana Caravan, que tuvo locaciones en tres países.

Autor de libros temáticos como Mixtecos, Litorales, Camino Real Tierra Adentro y Ríos, Martínez Ulloa optó por vivir su duelo por medio de las imágenes que ahora ha recogido en el pequeño tomo que tituló precisamente Tánger a Calais: 2017, ya que a lo largo de los dos meses y medio que duró el trabajo recorrió tres mil kilómetros y cerca de 30 ciudades. Éste, sin duda es el libro más personal que ha hecho, además el primero con imágenes tomadas fuera de México y con un teléfono celular. Para Martínez que ha trabajado con una amplia gama de formatos, éste obedece al tipo de proyecto.



Foto de José Antonio López, tomada el 18 de julio de 2019



Las fotos de Tánger a Calais no tienen nada que ver con el filme, además el “telefonito” le dio mucha libertad. Entrevistado, Martínez Ulloa recuerda que el duelo es una cuestión interna, “algo que llevas y poco a poco analizas de diferentes maneras”. En el breve texto que escribió para la edición de 33 fotos a color dice: “Soy fotógrafo y traduzco mis sentimientos en imágenes, esta es mi manera de comunicar, esto es lo que ahora soy”.

Para él el viaje es una forma de vivir y relacionarse. “Todos mis libros tienen que ver con el movimiento del ser humano. No me puedo quedar quieto aunque no sé cuánto me dure esta pilita. Voy a seguir fotografiando y contando historias hasta que me aburro”. Martínez Ulloa ha cambiado tres veces de profesión: primero fue músico –tocaba guitarra de ocho cuerdas-- , luego pintor –estudió en la Escuela Nacional de Artes Plásticas-- y ahora, fotógrafo.



Foto de José Antonio López, tomada el 18 de julio de 2019



Las de Tánger a Calais son fotos que no buscan “gustar”: “Si lo que hice tiene un eco en equis número de personas es suficiente, de otra manera no te concentras en lo que tienes que hacer que es contar una historia. La mejor manera de comunicar es decir ‘ésta es mi visión de este momento’. No quiero trascender en lo más mínimo con esto”.

El libro está lleno de simbolismos y detalles que sólo tienen significado para el autor y no siente la necesidad de explicar. Por ejemplo, son 33 fotos porque a esa edad tuvo su primera hija. Luego, la imagen de la portada, una parvada en pleno vuelo e iluminada por el amanecer, se relaciona con el hecho que a su padre (el diplomático Gonzalo Martínez Corbalá) le gustaban los pájaros.

Las imágenes fueron tomadas durante sus caminatas, también en un intento de descifrar el lugar en que se encontraba. Pero, sobre todo tienen que ver con una especie de reflexión interna de lo que vivía en este momento. “No son fotos sombrías. La muerte de hace más presente a las personas. Para mi la fotografía tiene que ver con traducir un sentimiento, un estado de ánimo, una forma de vivir”. Reconoce que hay mucha melancolía en el libro, sin embargo “no es una cosa lastimera que digas es para ponerte a chillar. Sino decir está la forma en que viví un proceso determinado y sobre todo un viaje”.

Para Martínez Ulloa los temas son de relevancia. Reitera que la fotografía le representa contar historias y abordar asuntos que muchas veces a las personas no les gusta ver como su actual proyecto sobre la basura. “No soy un fotoperiodista aunque tenga un pasado como tal. Tampoco soy un fotógrafo artístico. Estoy a la mitad”, posición que lo deja afuera de las categorías.




domingo, 21 de julio de 2019

"Portadores de sentido", en el Museo Amparo




Portadores de sentido, exposición de arte contemporáneo de la colección particular Patricia Phelps de Cisneros, montada en el Museo Amparo, en Puebla, es representativa de la diversidad de pensamiento que existe en América Latina. Las más de 100 obras expuestas –de la autoría de 70 artistas, de 16 países-- , adquiridas entre 1990 y 2015, reflejan no tanto las “estrellas” del mundo artístico, sino se trata más bien de “una mirada de piso”, que se ocupa de lo que ocurre de manera “más terrenal”, expresa Sofía Hernández Chong Cuy (Mexicali, 1975). Muchos de los expositores tal vez sólo se conocen dentro de su país de origen y aun no cuentan con un libro.

La curadora trabajó siete años con la colección Cisneros, tiempo en que se enfocó a hacer investigación de campo que la llevó a viajar por América Latina y el Caribe, a los talleres de muchos artistas, ver exposiciones, visitar galerías, ferias y bienales. La idea era hacer adquisiciones “más informadas”.



El bosque: mentiras (III versión), 2004, Jorge Pineda (República Dominicana, 1961)



Entre 1990 y 2015, en toda América Latina, hay una gran reflexión sobre las mejores maneras en que se puede conectar el continente y los países. Portadores de sentido inicia su recorrido con el cuadro Mamá Kalunga (1992) del cubano José Bedia, asociado a la religión y la cultura afrocubana, algo que pocos exploran en los canales de la corriente dominante.

La obra, que hace referencia a las embarcaciones de esclavos que viajaban entre África y Cuba, fue seleccionada porque introduce “algunos de los conceptos y las herramientas que desde los años 90 del siglo pasado se utilizan y de alguna manera definen la práctica artística contemporánea”, explica la exdirectora del Museo Tamayo y actual responsable del Centro Contemporáneo de Arte Witte de With, en Rotterdam, Holanda.



Mamá Kalunga (1992), de José Bedia, en primer plano.



Muchas de las obras, continúa la entrevistada, se han desarrollado a partir de una investigación profunda de un entorno, de una historia o narrativa específica. Eso fue una pauta para pensar en las demás obras de la colección y de que se podía posicionar o avanzar con la idea de que el artista es un intelectual –no nada más en ésta sino en todas las colecciones Phelps de Cisneros- y el hilo que las une es, no sólo una región, sino el hecho que sea respetado el artista como productor intelectual”.

Para Hernández Chong Cuy la investigación de campo permite entender cómo se forman las comunidades artísticas como grupos de pensamiento en el sentido de que crean un lenguaje y se desarrolla un intercambio entre ellos. Muchos de estos artistas tienen sus propios espacios de exposición y realizan sus propias gestiones.



Aspecto de sala.



La investigación de campo se hace, en parte, para entender “por qué los artistas pintan, por qué no hacen video instalaciones. Ellos dirán porque aquí no hay instituciones que comisionan instalaciones y ‘no voy a comprar algo y luego tirarlo porque dónde lo guardo’. Además, cada país tiene su tradición plástica. Muchas de las razones por las que los artistas no entran a un discurso, digamos, de lo contemporáneo es porque no se sujetan a esas plasticidades. Nadie entiende a los argentinos que se lo pasan pintando porque allá hay una tradición que no tuvo un mercado del neo conceptualismo como lo conocemos en México”.

Portadores de sentido se compone de cuatro núcleos temáticos: Teorías y métodos de la etnografía, Geografía y territorio, El entorno urbano y El impacto social de los medios de comunicación masiva. En lo que refiere a “otro tipo de conocimiento”, la mexicana Laura Anderson Barbata aborda el tema del conocimiento indígena ya que ha tenido una relación “bastante amplia, por muchos años, con distintas comunidades nativas en la amazonia”. El dominicano Jorge Pineda habla de los retos de la violencia doméstica existentes en ese país. Amalia Pica reflexiona sobre los años de la dictadura en Argentina.



Aspecto de sala.





En el contexto de la exposición la Colección Cisneros ha donado al Museo Amparo dos obras de Tania Pérez Córdova.(Ciudad de México, 1979), quien trabaja con objetos.

Portadores de sentido permaneció hasta el 22 de julio en el Museo Amparo, 2 Sur 708, Centro Histórico, Puebla.





lunes, 1 de julio de 2019

Perla Krauze reúne lo disperso






Las palabras memoria/tiempo y naturaleza son claves en el trabajo actual de la artista plástico Perla Krauze (Ciudad de México, 1953). En Sparsa Colligo, reúno lo disperso su más reciente exposición en la Galería Le Laboratoire, la escultora y pintora trata de cuidar y preservar la naturaleza por medio de obras como un trío de pencas de maguey que son replicas de una original que encontró ya seca, en Tecali, Puebla, y pidió que se la regalaran. Lo reprodujo, uno, en un molde de resina con cemento, otro es resina con polvo de carbón y uno tercero es aluminio a la cera perdida.

Entrevistada, Krauze afirma que hasta cierto punto hay un mensaje allí, no muy atento, ni obvio, de cuidado de la naturaleza porque sí estoy inquieta y preocupada por todo esto. Entonces, cómo hacer que esta naturaleza se vuelva permanente hasta cierto punto”.







Para Krauze la piedra ha sido un tema relevante en su obra, además habla de la memoria. “Es un material en que el tiempo transcurre de manera diferente. El barro que utilizo muchas veces es frágil, efímero, la resina translúcida, el plomo es tóxico, a la vez que dúctil y maleable. Cada material habla diferente del sitio y de cualidades distintas”.

Últimamente ha hecho litografías que hablan de la memoria de la piedra calcárea empleada. “Estuve en Montreal el año pasado, encontré varios trozos de piedra litográfica que intervine. Fue muy rico trabajar con dibujo, improntas, los trozos de piedra completos. No hacer una litografía en un pedacito, sino usar todos los trozos que se refieren a algo que se rompió y cómo recupero los residuos”, apunta. Si la litografía es una técnica que no se usa mucho hoy, para Krauze resulta “fantástica”, además se encariñó con ella. Entonces, hay que recuperarla porque aun tiene mucho que dar.

Detalla: “He estado trabajando en diferentes materiales, tanto en pintura como en escultura, y su hibridación. Cómo las dos dimensiones llegan a unirse entre sí. Traer materiales del mundo de la escultura a lo pictórico. Dos de las esculturas de la exposición están trabajadas con la cera que cae, como si fuera como pinto, que cae el material pictórica con la brocha”.

Actualmente, Krauze trabaja en unas piezas en barro negro y en cantera de Oaxaca. También tiene la propuesta de un proyecto con piedra volcánica ---material que tanto quiere-- del Pedregal. “Todo esto está en proceso. No hay nada en concreto excepto una pequeña instalación para un lugar llamado The Chimney (La chimenea) en Brooklyn, Nueva York, el próximo 6 de septiembre”.

El proyecto de piedra volcánica está pensado para el Museo Universitario de Ciencias y Arte, sede Ciudad Universitaria, aunque de hacerlo de aquí a mínimo dos años la artista necesitaría de un apoyo económico. Es un material que a la entrevistada le parece “muy mexicano y entrañable para mi, no sólo porque viví unos años en el Pedregal cuando tenía cuatro años, no había nada y caminaba entre las rocas, sino también porque es un material con el que se han hecho las esculturas prehispánicas, los molcajetes, todo, entonces, le tengo un aprecio especial”.

También participa en la exposición colectiva El jardín de Galileo en un edificio vacío en Galileo 92, en Polanco.

La exposición Sparsa colligo, reuno lo dispero, permanecerá hasta el 29 de junio en la Galería Le Laboratoire, Vicente Suárez 69, interior 2, colonia Condesa.