miércoles, 13 de junio de 2018

Saúl Kaminer en el Museo de la Ciudad de México


El pintor y escultor Saúl Kaminer (CDMX, 1952) es uno de los artistas mexicanos que será incluido con cuatro obras en la Enciclopedia Internacional de Surrealismo (de la editorial británica Bloomsbury Academic), de próxima aparición.

Al respecto explica: “Cuando llegué a París en 1976, me conecté con la gente que quedaba del surrealismo y participé en exposiciones y en revistas con textos e imágenes. Muy pronto unos amigos latinoamericanos –yo, entre ellos-- crearon el grupo Magia Imágen, y nos veíamos a charlar con Roberto Matta. Esto duró cinco años y nos llegamos a definir claramente como realistas del Sur y no como surrealistas. Sin embargo, los surrealistas adoptaron a algunos de nosotros de tal manera que mi periodo figurativo lo ven como un enfoque surrealista”.

Kaminer, cuya exposición Órbitas, rumbos y sombras se montó en el Museo de la Ciudad de México (MCM), expresa que su figuración primera se debió a que “necesitaba explicarme el mundo. Mi padre nació en Polonia, fue inmigrante, sin embargo nunca me pudo contar nada de su historia, tuvo una embolia cuando tenía dos años. Cuando le preguntaba por su familia se le hacía un nudo en la garganta”.


Vista de sala


Entonces, “necesitaba agarrarme de cosas. Fui a ver el pueblo donde él nació que ahora queda en Ucrania. A partir de allí entendí muchas cosas que él nunca me pudo decir y me empezaron a disipar los miedos. Todos los vacíos que tenía se llenaron y empecé a trabajar desde adentro para fuera y no al revés. Eso me permitió pasar paulatinamente de la figuración a la abstracción. Incluso, el último óleo que pinté para la exposición, Asideros en el vacío (2018), es como una conclusión de todo ese periodo en el que no es necesario ya agarrarse de cosas para seguir el camino de la vida”.

Según José María Espinasa, director del MCM, ver los cuadros de Kaminer prende “cantidad de cosas” en la mente del espectador. En primera instancia “son como mapas, como las huellas de un recorrido en el espacio, en otros casos, son como el fuego de artificio en el cielo conservado en la mirada. Todas estas maneras de interpretar la obra de Saúl tienen que ver con su pluralidad de sentidos”.


Yesod-B (2016)


Órbitas, rumbos y sombras comprende 65 pinturas y esculturas realizadas durante los últimos ocho años. Mientras 50 provienen de su taller, los restantes son préstamos de colecciones. En ella, utiliza varios lenguajes escultóricos: fierro, barro, mármol, que hablan de lo mismo, no obstante a la vez sigue con el oficio de pintor que le resulta primordial. Siente que en la exposición “la vocación espacial de mi trabajo agarra plenitud, el diálogo entre la escultura y la pintura se hace mucho más espontáneo y pleno”, dice el entrevistado por La Jornada


Totem (2016)
 

---¿Cuál es el momento histórico, o intelectual, de su trabajo actual?

---Hay una obra llamada Oestrus que se refiere a cuando platicaba en París con Roberto Mata quien nos hablaba de ese momento en que la Virgen puede ser fecundada. Diría que es el instante en que se puede dar la creación y todo se fecunda. Para mi estaría en un momento intelectual, vital, en que todo puede ser fecundado. El cuadro rojo (La tierra, espejo del cielo) que está detrás de nosotros, y Las palabras de la tierra “Ella, Él y Todos”, ambos de 2017, tienen que ver con el temblor del pasado 19 de septiembre.

Para mí es importante no trabajar con sangre, sin embargo pintar con el rojo. Mi trabajo siempre ha sido simbólico y me parece más fuerte simbolizar las cosas que hacerlas de modo realista porque nos permite ir más lejos. Para mí es un momento de fecundación. Estamos en plena transformación de todo. Como que los imaginarios se han vuelto a colapsar como a principios de la centuria pasado en que surgieron las vanguardias del siglo XX.

Veo a los jóvenes llenos de propuestas, ya no importa tanto si expones en museos completamente institucionales, sino cada vez es hasta necesario exponer en otros espacios que no sean precisamente los museos de Arte Moderno o el Tamayo. Todo está mucho más líquido, como diría el filósofo Zygmund Bauman, quien habla del estado líquido. Como el mundo ha pasado de lo sólido a lo líquido.

---¿Cómo le afectó el temblor?

---Fui a ayudar a las personas, ver sus casas. Como estudié arquitectura y di clases de resistencia material y estructuras, sentí la necesidad de ver lo que podía hacer. Darles algunas opiniones de si podían dormir esa noche allí, si las grietas que tenían podían ser reparadas. Era una primera opinión, nunca quise hacerlo de ingeniero, sin embargo había que hacer algo para ir más adelante. No quedarse en la parte de la víctima al que le fue mal. El temblor es una sacudida tremenda, cada vez que hay una réplica uno sale a la calle con miedo. Sin embargo, mi reacción es hay que hacer algo.

En la pintura hay que hacer algo, hay que seguir a pesar de que todo parezca más difícil hoy, aunque hay más puertas, más posibilidades. A pesar de que los pintores de mi generación son poco mostrados en México, hay que seguirle”.

Órbitas, rumbos y sombras permanecerá hasta el 17 de agosto de 2018 en el Museo de la Ciudad de México, Pino Suárez 30, Centro Histórico.



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