El
pintor y escultor Saúl Kaminer (CDMX, 1952) es uno de los artistas
mexicanos que será incluido con cuatro obras en la Enciclopedia
Internacional de Surrealismo (de la editorial británica
Bloomsbury Academic), de próxima aparición.
Al
respecto explica: “Cuando llegué a París en 1976, me conecté con
la gente que quedaba del surrealismo y participé en exposiciones y
en revistas con textos e imágenes. Muy pronto unos amigos
latinoamericanos –yo, entre ellos-- crearon el grupo Magia Imágen,
y nos veíamos a charlar con Roberto Matta. Esto duró cinco años y
nos llegamos a definir claramente como realistas del Sur y no como
surrealistas. Sin embargo, los surrealistas adoptaron a algunos de
nosotros de tal manera que mi periodo figurativo lo ven como un
enfoque surrealista”.
Kaminer,
cuya exposición Órbitas, rumbos y sombras se montó en el
Museo de la Ciudad de México (MCM), expresa que su figuración
primera se debió a que “necesitaba explicarme el mundo. Mi padre
nació en Polonia, fue inmigrante, sin embargo nunca me pudo contar
nada de su historia, tuvo una embolia cuando tenía dos años. Cuando
le preguntaba por su familia se le hacía un nudo en la garganta”.
Vista de sala |
Entonces,
“necesitaba agarrarme de cosas. Fui a ver el pueblo donde él nació
que ahora queda en Ucrania. A partir de allí entendí muchas cosas
que él nunca me pudo decir y me empezaron a disipar los miedos.
Todos los vacíos que tenía se llenaron y empecé a trabajar desde
adentro para fuera y no al revés. Eso me permitió pasar
paulatinamente de la figuración a la abstracción. Incluso, el
último óleo que pinté para la exposición, Asideros en el vacío
(2018), es como una conclusión de todo ese periodo en el que no es
necesario ya agarrarse de cosas para seguir el camino de la vida”.
Según
José María Espinasa, director del MCM, ver los cuadros de Kaminer
prende “cantidad de cosas” en la mente del espectador. En primera
instancia “son como mapas, como las huellas de un recorrido en el
espacio, en otros casos, son como el fuego de artificio en el cielo
conservado en la mirada. Todas estas maneras de interpretar la obra
de Saúl tienen que ver con su pluralidad de sentidos”.
Yesod-B (2016) |
Órbitas,
rumbos y sombras comprende 65 pinturas y esculturas realizadas
durante los últimos ocho años. Mientras 50 provienen de su taller,
los restantes son préstamos de colecciones. En ella, utiliza varios
lenguajes escultóricos: fierro, barro, mármol, que hablan de lo
mismo, no obstante a la vez sigue con el oficio de pintor que le
resulta primordial. Siente que en la exposición “la vocación
espacial de mi trabajo agarra plenitud, el diálogo entre la
escultura y la pintura se hace mucho más espontáneo y pleno”,
dice el entrevistado por La Jornada.
Totem (2016) |
---¿Cuál es el momento
histórico, o intelectual, de su trabajo actual?
---Hay una obra llamada
Oestrus que se refiere a cuando platicaba en París con
Roberto Mata quien nos hablaba de ese momento en que la Virgen puede
ser fecundada. Diría que es el instante en que se puede dar la
creación y todo se fecunda. Para mi estaría en un momento
intelectual, vital, en que todo puede ser fecundado. El cuadro rojo
(La tierra, espejo del cielo) que está detrás de
nosotros, y Las palabras de la tierra “Ella, Él y
Todos”, ambos de 2017, tienen que ver con el temblor del pasado
19 de septiembre.
“Para mí es importante no
trabajar con sangre, sin embargo pintar con el rojo. Mi trabajo
siempre ha sido simbólico y me parece más fuerte simbolizar las
cosas que hacerlas de modo realista porque nos permite ir más lejos.
Para mí es un momento de fecundación. Estamos en plena
transformación de todo. Como que los imaginarios se han vuelto a
colapsar como a principios de la centuria pasado en que surgieron las
vanguardias del siglo XX.
“Veo a los jóvenes llenos
de propuestas, ya no importa tanto si expones en museos completamente
institucionales, sino cada vez es hasta necesario exponer en otros
espacios que no sean precisamente los museos de Arte Moderno o el
Tamayo. Todo está mucho más líquido, como diría el filósofo
Zygmund Bauman, quien habla del estado líquido. Como el mundo ha
pasado de lo sólido a lo líquido.
---¿Cómo le afectó el
temblor?
---Fui a ayudar a las
personas, ver sus casas. Como estudié arquitectura y di clases de
resistencia material y estructuras, sentí la necesidad de ver lo que
podía hacer. Darles algunas opiniones de si podían dormir esa noche
allí, si las grietas que tenían podían ser reparadas. Era una
primera opinión, nunca quise hacerlo de ingeniero, sin embargo había
que hacer algo para ir más adelante. No quedarse en la parte de la
víctima al que le fue mal. El temblor es una sacudida tremenda, cada
vez que hay una réplica uno sale a la calle con miedo. Sin embargo,
mi reacción es hay que hacer algo.
“En la pintura hay que hacer
algo, hay que seguir a pesar de que todo parezca más difícil hoy,
aunque hay más puertas, más posibilidades. A pesar de que los
pintores de mi generación son poco mostrados en México, hay que
seguirle”.
Órbitas,
rumbos y sombras permanecerá hasta el 17 de agosto de 2018 en el
Museo de la Ciudad de México, Pino Suárez 30, Centro Histórico.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario