Hace
31 años cuando el fotógrafo Fernando Cordero (CDMX, 1958) buscaba
en qué especializarse se encontró con la arquitectura. Con
formación de cine fotógrafo, cuya actividad dentro del séptimo
arte es la creación de “atmósferas emocionales”, se dio cuenta
que “de alguna manera” los arquitectos crean precisamente eso con
sus diseños que “por lo general” los fotógrafos no interpretan.
Lo que le interesó de la arquitectura fue su emoción, encontrar al
arquitecto detrás de ello. El reto de crear “estas atmósferas en
espacios que a veces son anodinos, hay que hacer que digan algo. Por
eso la fotografía de arquitectura es apasionante y se convierte en
algo que empecé a generar como un lenguaje y estilo particular más
allá de un mero registro”.
Cordero
no suele exhibir su obra en forma individual, sin embargo aceptó la
invitación del Seminario de Cultura Mexicana de mostrar 31 imágenes,
la mayoría en blanco y negro, aunque también había color, con el
título de Historia sin fin. Tapias, exposición curada por el
investigador Peter Krieger. Sin embargo, no se trata de una
exhibición de arquitectos y su obra sino la curaduría habla de la
arquitectura y el paisaje. En muchos sentidos, apunta Cordero, la
arquitectura es una fotografía de paisaje porque el tema es la luz.
El
trabajo de Cordero fluctúa entre lo personal y el encargo: “Visito
al arquitecto para conocer sus puntos de vista y que me explique su
obra. Muchas veces en el entendimiento de su obra surgen ideas,
detalles, que pueden ser puntos de partida para generar la
fotografía. No obstante, son proyectos personales porque a pesar de
que los arquitectos me piden fotografiar su obra, siempre he tomado
esto como una beca que me permite llevar acabo una investigación
arquitectónica que a través de los años ligara en una línea
anecdótica, conductual e iconográfica que genera una historia”.
Si
la fotografía de arquitectura en México fue “sumamente
importante” en los años 60 y 70 del siglo pasado, lo dejó de ser.
Mientras personas como Guillermo Zamora y Armando Salas Portugal
marcaron una huella significativa en el lenguaje de la fotografía de
arquitectura moderna, para Cordero la arquitectura mexicana pasa por
un momento difícil al igual que muchas cosas del país. Eso porque
“en esa tendencia de globalización tanto la fotografía como la
arquitectura, otras disciplinas artísticas y actividades
profesionales, pasan por un momento de adaptación a un alud de ideas
y conceptos que nos confunden mucho”.
Según
Cordero la arquitectura mexicana hoy es una “mala copia de lo que
pasa en el mundo de una modernidad que de alguna manera se ajusta a
economías que tienen que ver con esto. Nosotros copiamos eso como si
no tuviéramos ninguna identidad. Hemos perdido la esencia de esta
cultura nuestra que es de arquitectos. La arquitectura prehispánica,
colonial, todo, habla de un país con una pasión por la
arquitectura. Sin embargo, los últimos 10 años ha sido una cosa
lamentable. Lo vemos en fenómenos arquitectónicos como Santa Fe y
estos edificios que se construyen pseudo modernos, que tienen que ver
con otras ciudades, otras realidades”.
Las
nuevas tecnologías también han golpeado a la fotografía. Cordero
no hace fotografía digital y se niega al uso del photoshop. Trabaja
con cámaras de formato grande, la mayoría con 4 x 5 o 8 x 10, con
cámaras de corrección de perspectiva. Claro, ve en lo digital un
medio formidable de transmisión de imágenes, sin embargo su trabajo
es con base en la fotografía análoga. Y esto es una de las
parteaguas de la exposición, “el entendimiento de que en México
vemos los cambios de tecnología como si fueran una meta de llegara
una situación óptima, como si eso fuera importante”. La
fotografía digital es un complemento, no un sustituto, asegura.
Para
el entrevistado la fotografía de arquitectura es de paciencia,
contemplación y entendimiento. Aunque su acervo es extenso, “a
veces hago una foto en un día o en una semana. En otras ocasiones
tengo la luz idónea y hago 10 en un día, que es muy raro. Lo normal
son tres al día. Peter seleccionó 120 imágenes y poco a poco vio
las coincidencias con su discurso hacia la geología y el
entendimiento del hombre en el planeta, la evolución y la filosofía
decimonónica de la revolución industrial. Vio la relación íntima
entre el paisaje y el problema que los humanos tenemos con la
naturaleza y la construcción de estas arquitecturas que a veces
rayan en lo ridículo utilizando las materias primas que extraemos al
destruir la naturaleza”.
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