La
Galería José María Velasco se propuso
revisar la obra de cuatro jóvenes artistas mexicanos cuya influencia
proviene de la cultura pop (el cómic) y la ilustración, fenómeno
que desde los años 80 del siglo pasado se ha suscitado en el mundo,
expresa Alfredo Matus, director del recinto perteneciente al
Instituto Nacional de Bellas Artes.
Ellos
son Erik Rivera (CDMX, 1979) quien exhibió 10 óleos con el
provocativo título Maricón: desafío al desafío,
Favio Montoya (Mazatlán), de quien fueron igual número de óleos y
acrílicos con el nombre Bindu, el artista urbano José Carlos
Hernández Pvlcro (sic), en el gabinete y con intervención en
la fachada, mientras que la pieza del mes My Lord era del
pintor tepiteño Vicente Anaya.
“Son
artistas que tienen un vínculo muy fuerte con el Internet, de donde
deriva su información”, continúa Matus. También juega un papel
preponderante la técnica japonesa shojo, categoría del manga
y el animé dirigida al público adolescente femenino con personajes
de ojos enormes, “chicas coquetas que se muestran inocentes aunque
su vestimenta es audaz”.
Rivera,
sin embargo, atribuye el tipo de trazo naif de su pintura al
modernismo mexicano, en especial la obra de Nahui Ollin, Abraham
Ángel, Nahum B. Zenil, Julio Galán y Frida Kahlo. Lo del expositor
está dedicado al “niño interior”, aunque aclara que sus
infantes ya fueron adultos, entonces regresaron a ser niños con una
fisonomía mezclada.
El
título de la exposición emplea la palabra “maricón” con el
objeto de “neutralizar, o reivindicar, esta dicotomía entre dos
conceptos: o eres homosexual o eres muy cobarde. La idea es quién es
más maricón en todo caso: el homosexual o el que lo teme”.
Mientras cinco de sus figuras son afeminadas, la otra mitad muestra
ira y agresión porque “la gran parte de las personas homofóbicas
reaccionan a su miedo con rabia. Es como que tienen que mostrar que
no tienen ese miedo y que son muy machos. Siempre digo, lo macho no
quita lo maricón y viceversa”.
Formado
como diseñador gráfico, aunque siempre quiso pintar, Rivera explica
que sus “retratos” con fondos de poca profundidad, son “a
propósito. Lo que hago es retomar la ilustración infantil a manera
de herramienta para exponer estos temas que pueden ser un poco
incómodos”. Incluso, el marco floral, u orgánico, que le da a sus
“niños” se torna “cursi” y apela a “esa parte de la
sensibilidad y emoción masculina que nunca se proyecta”.
La
pintura de Favio Montoya, no obstante, tiene influencias de la
ilustración y del animé debido a su pasión infantil por la
televisión y el cómic. De niño soñaba con ser dibujante de cómics
y animador. En algún momento se alejó de la manga y el animé dado
su interés por la figura clásica, de allí que estudió a los
griegos y a Rodin, sin embargo regresaba siempre al cómic de la
manga aunque desde unas plataformas no tan usuales.
Por
ejemplo, combina cabezas animales –gatos, conejos, venados, osos--
con cuerpos infantiles. “Me baso primeramente en la teoría de la
resonancia del alemán Bert Hellinger quien plantea que un adulto es
resultado del niño directamente. Cuando empecé a pintar niños me
di cuenta que las personas se sentían directamente atraídas e
identificadas. Había dado cause a una sensación que tal vez
tuvieron de niño. En este caso ejemplifico mucho la cuestión del
dolor porque tenemos traumas que no sabemos por qué son pero
surgieron en la niñez”.
Las
cabezas de animales, por otro lado, están basadas en el método de
teatro de Stanislavski ya que Montoya también es actor:”Muchos de
los personajes que construyo tienen que ver con la esencia de un
animal. El gato representa sensualidad, el conejo, astucia”.
Relaciona su pintura con el movimiento internacional de arte low
brow, que surge de las calles, sin embargo llega a plataformas
más altas como los museos y las galerías.
El
conjunto de exposiciones permaneció hasta el 11 de marzo en la
Galería José María Velasco, Peralvillo 55, colonia Morelos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario