domingo, 11 de marzo de 2018

Cultura Pop en la Galería Velasco



La Galería José María Velasco se propuso revisar la obra de cuatro jóvenes artistas mexicanos cuya influencia proviene de la cultura pop (el cómic) y la ilustración, fenómeno que desde los años 80 del siglo pasado se ha suscitado en el mundo, expresa Alfredo Matus, director del recinto perteneciente al Instituto Nacional de Bellas Artes.

Ellos son Erik Rivera (CDMX, 1979) quien exhibió 10 óleos con el provocativo título Maricón: desafío al desafío, Favio Montoya (Mazatlán), de quien fueron igual número de óleos y acrílicos con el nombre Bindu, el artista urbano José Carlos Hernández Pvlcro (sic), en el gabinete y con intervención en la fachada, mientras que la pieza del mes My Lord era del pintor tepiteño Vicente Anaya.

Son artistas que tienen un vínculo muy fuerte con el Internet, de donde deriva su información”, continúa Matus. También juega un papel preponderante la técnica japonesa shojo, categoría del manga y el animé dirigida al público adolescente femenino con personajes de ojos enormes, “chicas coquetas que se muestran inocentes aunque su vestimenta es audaz”.

Rivera, sin embargo, atribuye el tipo de trazo naif de su pintura al modernismo mexicano, en especial la obra de Nahui Ollin, Abraham Ángel, Nahum B. Zenil, Julio Galán y Frida Kahlo. Lo del expositor está dedicado al “niño interior”, aunque aclara que sus infantes ya fueron adultos, entonces regresaron a ser niños con una fisonomía mezclada.

El título de la exposición emplea la palabra “maricón” con el objeto de “neutralizar, o reivindicar, esta dicotomía entre dos conceptos: o eres homosexual o eres muy cobarde. La idea es quién es más maricón en todo caso: el homosexual o el que lo teme”. Mientras cinco de sus figuras son afeminadas, la otra mitad muestra ira y agresión porque “la gran parte de las personas homofóbicas reaccionan a su miedo con rabia. Es como que tienen que mostrar que no tienen ese miedo y que son muy machos. Siempre digo, lo macho no quita lo maricón y viceversa”.

Formado como diseñador gráfico, aunque siempre quiso pintar, Rivera explica que sus “retratos” con fondos de poca profundidad, son “a propósito. Lo que hago es retomar la ilustración infantil a manera de herramienta para exponer estos temas que pueden ser un poco incómodos”. Incluso, el marco floral, u orgánico, que le da a sus “niños” se torna “cursi” y apela a “esa parte de la sensibilidad y emoción masculina que nunca se proyecta”.

La pintura de Favio Montoya, no obstante, tiene influencias de la ilustración y del animé debido a su pasión infantil por la televisión y el cómic. De niño soñaba con ser dibujante de cómics y animador. En algún momento se alejó de la manga y el animé dado su interés por la figura clásica, de allí que estudió a los griegos y a Rodin, sin embargo regresaba siempre al cómic de la manga aunque desde unas plataformas no tan usuales.

Por ejemplo, combina cabezas animales –gatos, conejos, venados, osos-- con cuerpos infantiles. “Me baso primeramente en la teoría de la resonancia del alemán Bert Hellinger quien plantea que un adulto es resultado del niño directamente. Cuando empecé a pintar niños me di cuenta que las personas se sentían directamente atraídas e identificadas. Había dado cause a una sensación que tal vez tuvieron de niño. En este caso ejemplifico mucho la cuestión del dolor porque tenemos traumas que no sabemos por qué son pero surgieron en la niñez”.

Las cabezas de animales, por otro lado, están basadas en el método de teatro de Stanislavski ya que Montoya también es actor:”Muchos de los personajes que construyo tienen que ver con la esencia de un animal. El gato representa sensualidad, el conejo, astucia”. Relaciona su pintura con el movimiento internacional de arte low brow, que surge de las calles, sin embargo llega a plataformas más altas como los museos y las galerías.

El conjunto de exposiciones permaneció hasta el 11 de marzo en la Galería José María Velasco, Peralvillo 55, colonia Morelos.

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