domingo, 16 de agosto de 2020

Isaac Tamariz, pintura por computadora




Más conocido como escultor, Isaac Tamariz (Ciudad de México, 1968) realiza hace tiempo una serie de pinturas en la computadora con el programa Paint. Los colores son primarios, estridentes y psicodélicos, para así acentuar el sentido eléctrico de la pintura electrónica. “Esto para mi es retomar la dinámica del trabajo serio en la labor artística como cuando pasé tres años trabajando diariamente para Invección psiquicoeléctrica, exposición que hice en 2013 en Ex Teresa Arte Actual”, expresa.


Nieto del escultor Ernesto Tamariz (1904-1988), autor de Altar a la patria, memorial dedicado a los Niños Héroes en el Bosque de Chapultepec, Isaac pasó mes y medio, 12 horas diarias, haciendo el más reciente cuadro de la serie que dio a conocer en su cuenta de Facebook. La obra es “la síntesis personal en imagen de mi idea de la situación mundial ahora con el virus COVID-19, arma que se liberó después de la guerra comercial entre China y Estados Unidos”.


En lo estético es “un impulso de conformación plástica de fluidez colorística brillante en el que rechazo la utilización de grisallas previas y el negro para resaltar así la vivacidad de los colores que en su primera etapa del proceso pictórico son puestos en la tela bajo un concepto de conformación de abstracción arquitectónica”. Tamariz aplica los colores en la tela blanca a la manera de ladrillos que construirán esta estructura estética.



Imagen del cuadro cortesía del autor.



Lo largo del título del cuadro se debe a su fin educador para un público ajeno al arte: Auto calzón chino y fantasma remolcador en las sendas del 2020, mientras el sapo león pekinés se traga la carabela de Cristonald Trumpón.


La serie pretende conformar un proyecto de exposición en la que “quizá haga tirajes impresos, no numerosos, o utilice de modelo una impresión digital para amplificarlos en una tela que pinte al óleo”.


En el cuadro hay muchos elementos prehispánicos, como un águila que está por cazar una “serpiente/pulmón”, a modo de aro inflable, de un respirador artificial que sostiene una figura arrodillada sobre una pequeña mesa.


Dicha figura está inspirada en el luchador olmeca. Tamariz considera que lo prehispánico es un arte rico en cuanto a creatividad y monumentalidad escultórica. El luchador olmeca viene a ser el símbolo representativo de “esa humanidad frente al problema actual de la guerra viral”. El artista hizo un escudo nacional en bronce para la fachada principal del tercer piso del edificio sede del Nacional Monte de Piedad.


Tamariz dibujó y pintó desde niño, como un primer paso hacia el rigor de la escultura. Cursó la carrera de diseño industrial en la que aprendió a aplicar “lo que es pantone”, que compara con el teclado de un piano para los músicos: “Tú aplicas la colorística siempre con medios y terceros tonos, incluso, más si se puede”. Recomienda “no engolosinarse, ni caer en un excesivo preciosismo en la utilización de las escalas coloristicas, porque se corre el riesgo de debilitar la expresividad general del cuadro”.


En esa obra quizá hay una influencia muralística de Diego Rivera, en el sentido de plasmar un momento histórico.

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