Más
conocido como escultor, Isaac Tamariz (Ciudad de México, 1968)
realiza hace tiempo una serie de pinturas en la computadora con el
programa Paint. Los colores son primarios, estridentes y
psicodélicos, para así acentuar el sentido eléctrico de la pintura
electrónica. “Esto para mi es retomar la dinámica del trabajo
serio en la labor artística como cuando pasé tres años trabajando
diariamente para Invección psiquicoeléctrica, exposición
que hice en 2013 en Ex Teresa Arte Actual”, expresa.
Nieto
del escultor Ernesto Tamariz (1904-1988), autor de Altar a la
patria, memorial dedicado a los Niños Héroes en el Bosque de
Chapultepec, Isaac pasó mes y medio, 12 horas diarias, haciendo el
más reciente cuadro de la serie que dio a conocer en su cuenta de
Facebook. La obra es “la síntesis personal en imagen de mi idea de
la situación mundial ahora con el virus COVID-19, arma que se liberó
después de la guerra comercial entre China y Estados Unidos”.
En
lo estético es “un impulso de conformación plástica de fluidez
colorística brillante en el que rechazo la utilización de grisallas
previas y el negro para resaltar así la vivacidad de los colores que
en su primera etapa del proceso pictórico son puestos en la tela
bajo un concepto de conformación de abstracción arquitectónica”.
Tamariz aplica los colores en la tela blanca a la manera de ladrillos
que construirán esta estructura estética.
Imagen del cuadro cortesía del autor. |
Lo
largo del título del cuadro se debe a su fin educador para un
público ajeno al arte: Auto calzón chino y fantasma
remolcador en las sendas del 2020, mientras el sapo león pekinés se
traga la carabela de Cristonald Trumpón.
La
serie pretende conformar un proyecto de exposición en la que “quizá
haga tirajes impresos, no numerosos, o utilice de modelo una
impresión digital para amplificarlos en una tela que pinte al óleo”.
En
el cuadro hay muchos elementos prehispánicos, como un águila que
está por cazar una “serpiente/pulmón”, a modo de aro inflable,
de un respirador artificial que sostiene una figura arrodillada sobre
una pequeña mesa.
Dicha
figura está inspirada en el luchador olmeca. Tamariz considera que
lo prehispánico es un arte rico en cuanto a creatividad y
monumentalidad escultórica. El luchador olmeca viene a ser el
símbolo representativo de “esa humanidad frente al problema actual
de la guerra viral”. El artista hizo un escudo nacional en bronce
para la fachada principal del tercer piso del edificio sede del
Nacional Monte de Piedad.
Tamariz
dibujó y pintó desde niño, como un primer paso hacia el rigor de
la escultura. Cursó la carrera de diseño industrial en la que
aprendió a aplicar “lo que es pantone”, que compara con el
teclado de un piano para los músicos: “Tú aplicas la colorística
siempre con medios y terceros tonos, incluso, más si se puede”.
Recomienda “no engolosinarse, ni caer en un excesivo preciosismo en
la utilización de las escalas coloristicas, porque se corre el
riesgo de debilitar la expresividad general del cuadro”.
En
esa obra quizá hay una influencia muralística de Diego Rivera, en
el sentido de plasmar un momento histórico.