Desde
su cuarentena en París, donde radica desde 1970, la pintora mexicana
Cristina Rubalcava envía una imagen de su pintura más reciente:
Confinée Catrina, un acrílico de 80 por 60 centímetros. En
ello, la mexicanísima calaca, además de traer puesto un cubrebocas
blanco, lleva en la cabeza una rebanada de sandía ya mordisqueada.
Su brazo derecho sirve de rama de árbol a un perico en cuya boca
abierta se percibe un pedazo de la sabrosa fruta.
Confineé Catrina (2020), Cristina Rubalcava. |
A
los pies de la Catrina, ataviada con una falda tipo bailarina, con
toques azul y blanco, se encuentran dos pequeños perros, uno se
para en sus patas traseras en un intento de ver qué pasa, mientras
que el otro espera que le caiga el hueso de la calaca.
La
primera vez que pintó una calaca fue con motivo de la película
Carmen, de Carlos Saura, a la que le puso el nombre de la
protagonista. Siguió pintándolas porque siempre le han llamado la
atención.
Entrevistada,
Rubalcava expresó que “al igual que los amigos artistas con quienes
tengo comunicación relativamente constante, todos continuaron,
incluso un poco más, el oficio cotidiano de trabajar aislados en las
disciplinas de la pintura, escultura, música y el arte en general.
Muchos están en las redes sociales ofreciendo pláticas, lecturas y
cantos virtuales”.
La
Confinée Catrina nació de una preocupación muy actual. Al inicio de la contingencia en México Rubalcaba reflexionó: “Aquí
(París) se ha comentado en los medios que en México no se respetan
las recomendaciones. ¿Será porque aun no están en la segunda o
tercera fase del COVID-19? Yo sí me preocupé de ver algunas
imágenes y por lógica mi trabajo se orientó a enviar un pequeño
mensaje dentro de mi humilde y posible colaboración como lo hacemos,
repito, los que acostumbramos trabajar en casa”.
Para
la pintora la pandemia viene a ser “una lección que hará cambiar
la historia”: “Sin ser científicos muchos hemos visto los
cambios que llegan al cabo de una semana de confinamiento. El cielo
se ha vuelto azul, no hay contaminación. Se puede respirar y muchas
especies de pájaros que ya no se veían están de regreso como las
abejas y mariposas. Cantan desde que amanece y sobrevuelan la ciudad.
Es una alegría que se había perdido.
“Y,
el silencio, aunque forzado, es un nuevo lujo. Se puede escuchar el
viento, apreciar la lluvia. El cambio climático ha sido violentado
por nuestra forma compulsiva de vivir, comprando, corriendo,
viajando. Todo esto florece en nuestras mentes”.
Rubalcava,
cuya pintura siempre ha sido alegre, imagina lo que será el contacto
humano cuando se termine el aislamiento: “Habrá amor del bueno y
para los que pueden, habrá sin duda muchos nuevos bebés que
seguramente vienen en camino. La vida seguirá con los que se hayan
librado y protegido”.
La
pintora ya había pasado por una crisis similar. “Recuerdo cuando
era niña y vivía en San Ángel, no fui al kinder porque hubo una
epidemia de poliomelitis. De ahí que mis padres me leían cuentos y
después tenía que dibujar lo que recordaba. Lo traigo a la memoria
puesto que después se publicaron esos dibujos de una niña, con un
bello texto de Gustavo Sainz y de Rodolfo Usigli. Ya veo, traía esa
vivencia. Así es que por supuesto y en honor al arte hay que tratar
de dar lo mejor siempre que se pueda”.
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