domingo, 10 de mayo de 2020

Confineé Catrina





Desde su cuarentena en París, donde radica desde 1970, la pintora mexicana Cristina Rubalcava envía una imagen de su pintura más reciente: Confinée Catrina, un acrílico de 80 por 60 centímetros. En ello, la mexicanísima calaca, además de traer puesto un cubrebocas blanco, lleva en la cabeza una rebanada de sandía ya mordisqueada. Su brazo derecho sirve de rama de árbol a un perico en cuya boca abierta se percibe un pedazo de la sabrosa fruta.




Confineé Catrina (2020), Cristina Rubalcava.




A los pies de la Catrina, ataviada con una falda tipo bailarina, con toques azul y blanco, se encuentran dos pequeños perros, uno se para en sus patas traseras en un intento de ver qué pasa, mientras que el otro espera que le caiga el hueso de la calaca.

La primera vez que pintó una calaca fue con motivo de la película Carmen, de Carlos Saura, a la que le puso el nombre de la protagonista. Siguió pintándolas porque siempre le han llamado la atención.

Entrevistada, Rubalcava expresó que “al igual que los amigos artistas con quienes tengo comunicación relativamente constante, todos continuaron, incluso un poco más, el oficio cotidiano de trabajar aislados en las disciplinas de la pintura, escultura, música y el arte en general. Muchos están en las redes sociales ofreciendo pláticas, lecturas y cantos virtuales”.

La Confinée Catrina nació de una preocupación muy actual. Al inicio de la contingencia en México Rubalcaba reflexionó: “Aquí (París) se ha comentado en los medios que en México no se respetan las recomendaciones. ¿Será porque aun no están en la segunda o tercera fase del COVID-19? Yo sí me preocupé de ver algunas imágenes y por lógica mi trabajo se orientó a enviar un pequeño mensaje dentro de mi humilde y posible colaboración como lo hacemos, repito, los que acostumbramos trabajar en casa”.

Para la pintora la pandemia viene a ser “una lección que hará cambiar la historia”: “Sin ser científicos muchos hemos visto los cambios que llegan al cabo de una semana de confinamiento. El cielo se ha vuelto azul, no hay contaminación. Se puede respirar y muchas especies de pájaros que ya no se veían están de regreso como las abejas y mariposas. Cantan desde que amanece y sobrevuelan la ciudad. Es una alegría que se había perdido.

Y, el silencio, aunque forzado, es un nuevo lujo. Se puede escuchar el viento, apreciar la lluvia. El cambio climático ha sido violentado por nuestra forma compulsiva de vivir, comprando, corriendo, viajando. Todo esto florece en nuestras mentes”.

Rubalcava, cuya pintura siempre ha sido alegre, imagina lo que será el contacto humano cuando se termine el aislamiento: “Habrá amor del bueno y para los que pueden, habrá sin duda muchos nuevos bebés que seguramente vienen en camino. La vida seguirá con los que se hayan librado y protegido”.

La pintora ya había pasado por una crisis similar. “Recuerdo cuando era niña y vivía en San Ángel, no fui al kinder porque hubo una epidemia de poliomelitis. De ahí que mis padres me leían cuentos y después tenía que dibujar lo que recordaba. Lo traigo a la memoria puesto que después se publicaron esos dibujos de una niña, con un bello texto de Gustavo Sainz y de Rodolfo Usigli. Ya veo, traía esa vivencia. Así es que por supuesto y en honor al arte hay que tratar de dar lo mejor siempre que se pueda”.



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