domingo, 21 de enero de 2018

Los dibujos alucinantes de Ben Sack



Al igual que “todo el mundo” Ben Sack (Laguna Niguel, California, 1989) empezó a

dibujar “muyjoven”, sin embargo contrario a otros nunca paró. Siempre disfrutó de la

exactitud y la momentaneidad de la pluma en contraste con la pintura que puede ser

muy indulgente”: “aplicar capas y construir”. Aunque ama también la pintura, se 

enganchó a la inmediatez de la tinta.


Ad infinitum, título bajo el que Sack exhibe en la Galería Ethra, resume los alcances

dibujísticos de sus elaboradas obras que, en efecto, parecen no tener fin. Ante los ojos

del espectador desenvuelven continentes, ciudades, monumentos y edificios

emblemáticos. Respecto de sus gustos arquitectónicos, expresa: “Crecí en un área en las

afueras de Washington D.C., donde había mucha construcción. El sólo hecho de ver la

edificación de tantas casas, visitarlas, mirar los anteproyectos, copiarlos, hacer los

míos propios, tuvo su propia evolución. Dibujaba primero casas, un par de edificios, más

edificios, luego, las ciudades parecían la cosa más natural de abordar”.







Continúa: “En cuanto a las ciudades y edificios es algo con que siempre he disfrutado

trabajar y estudiar. La arquitectura se vincula con la historia y ésta con la civilización.

Así que las ciudades siempre han representado para mi una puerta hacia muchos otros

campos de estudio. Tengo una formación musical --estudió trompeta-- , entonces las

ciudades tienen su propio ritmo y tempo. Hay unuente entre la música y la estructura

urbana. Muchas ciudades evolucionan de acuerdo a geometrías elementales: espirales y

círculos, formas que se pueden escalar a niveles más altos de la actividad humana. Tal

vez empiezas con un edificio y acabas con un universo de una estructura mayor”.


Uno no se imagina a Sack haciendo un bosquejo previo de sus dibujos: “De haber algún

tipo de esbozo se realiza a lápiz, sólo unas cuantas guías, nada demasiado elaborado. En

algunos de los dibujos dejo un poco de lápiz”.








--¿Cómo procede?

--Muchas de las ciudades son imaginarias, salen de mi mente. Tratan diferentes ideas

que me intrigan. Muchas están inspiradas en ciudades reales, que es algo con que el

espectador puede relacionarse. Quizá éste se enfrenta a algo abrumador, sin embargo

luego empiezan a fijarse en detalles y reconocen formas que hacen eco a edificios que

les son familiares. Por ejemplo, amo la arquitectura renacentista, Brunelleschi, Paladio y

también las obras de Piranesi…


...trató muchos temas arquitectónicos.


--Él y Canaleto en Venecia fueron inspirados por el gran tour. En Europa durante el

siglo XVIII más personas empezaron a viajar con el objeto de conocer la historia y las

civilizaciones pasadas. Piranesi se involucró con el espíritu de la época. Al igual que un

músico de jazz fue capaz de improvisar sobre una idea. En lo personal siempre me ha

gustado el tipo de libertad que se permitió que a veces es difícil: romper algunas reglas y

crear un híbrido. 




 



Amante de la historia de la música y la evolución de los compositores clásicos, Sack

señala que la música temprana reflejaba la arquitectura de su momento. Si parecen haber

paredes entre todas las diferentes áreas de estudio, para el entrevistado la arquitectura

viene a ser una buena manera de derrumbar esos muros y sincronizar muchas diferentes

maneras.



En sus dibujos aparecen muchos mapas. “Lo bueno de los mapas es que abstraen al

mundo. Cada cultura ha creado su propio tipo de mapa, sin embargo lo que todos

comparten es que le proporcionan al espectador su posición en el mundo. Pueden ver

dónde han estado, a dónde se dirigen, en dónde están ahora y eso es poderoso”.



De M.C. Escher opina: “Hay muchos caminos que se conducen a muchos lugares. En

estos mapas uno de los elementos básicos que se maneja es la perspectiva y Escher era

un maestro en su manipulación. Con la perspectiva uno puede tomar diferentes caminos. 

Escher es alguien con quien me encontré en mi propio desarrollo y evolución. En la 

exposición hay una obra hecha en su honor”.


La Galería Ethra se ubica en Londres 54, colonia Juárez. La exposición permanecerá

hasta el 24 de enero de 2018.


domingo, 14 de enero de 2018

Arnaldo Coen, nuevo mural





El artista plástico Arnaldo Coen (CDMX, 1940) terminó de pintar el año pasado el mural Reflejo de lo invisible, de 4.80 x 18 metros, que se exhibió un par de semanas en el Museo José Luis Cuevas, dentro de la celebración por sus 25 años, antes de su traslado a un recinto privado fuera de la ciudad. Está pintado con una combinación de acrílico y posteriormente óleo, sobre una tela que se enrolla y está montada sobre un bastidor también desarmable.



Aunque tal vez no se le asocia mucho con la obra mural, Coen fue uno de los 11 artistas (Manuel Felguérez, Lilia Carrillo, Vlady, entre otros) que en 1969 el museógrafo Fernando Gamboa invitó a pintar cada quien uno para la Feria de Osaka, en Japón, realizada en 1970. Años después pintó una bóveda a la manera de Tiépolo. Recuerda en entrevista que la serie de pinturas que hizo a partir de Pablo Uccello era de escala mural. 






 

Siempre le ha interesado la obra de gran formato entre otras razones porque “la pintura de alguna manera es una puesta en escena que también tiene relación con el arte contemporáneo. Es decir, uno hace una instalación en un espacio real, sin embargo también puede manejar un espacio virtual”.



En Reflejo de lo invisible Coen recrea un paisaje, con todo y mar, por medio del estudio de lo geométrico y la perspectiva, sin hacer formas arquitectónicas aunque en ciertos momentos recurre a escaleras, por ejemplo. Las formas, explica, “de alguna manera están transparentes en un espacio que buscar estar en diferentes dimensiones. Es decir, que una figura en un primer plano, de repente se relaciona con otra en un plano mucho más lejano. No obstante, que esta trampa del ojo lograda mediante la geometría permita estos viajes por diferentes dimensiones. Recurrí lo menos posible a la figuración, simplemente alguno que otro personaje como una referencia de escala”. Dos figuras son un homenaje a Giorgio de Chirico.







Coen pintó la obra en Chimalhuacán, en el taller de un pintor de escenografías que le ayudó a hacer los trazos y la mancha original. Quiso aprovechar la experiencia de un mural en esa escala para manejar “el concepto de uno a uno”. Es decir, “como si el mural fuera la continuación de ese espacio hacia un mundo fantástico o virtual, no necesariamente dentro de una realidad concertada o tangible. Qué el espectador pudiera ver los personajes a la distancia como si fueran reales”.


Acota: “Siempre he pensado que el gran cuadro que pintó Velázquez, Las meninas, que originalmente estaba dentro de un cuarto, era la continuación de este espacio. En Reflejo de lo invisible en realidad abro una ventana a un espacio ficticio y fantástico que tiene visos de realidad”.



Sobre el título si casi siempre lo pone aleatoriamente y por lo general surge después, en está ocasión estaba presente desde el principio. Reflejo de lo invisible “surgió de algo que leí en alguna ocasión que dice: ‘Todo en el mundo está dividido en dos partes, de las que uno es visible y la otra invisible. Aquello visible no es sino reflejo de lo invisible’. Es un pensamiento que viene de la cábala judía. Encontré esa frase hace unos años y siempre la he tenido muy grabada porque al preguntarme qué es el arte, siempre digo que es aquello que es invisible. De alguna man el arte no es algo tangible, entonces es difícil definirlo porque al hacerlo uno lo limita. Para mi el arte está en lo que ve cada espectador, no en lo que le dicen que tiene que ver. Uno tiene que aprender a ver desde el punto de vista creativo qué le dice la obra”.