El historiador, investigador, docente,
académico, escritor, crítico de arte, fundador y director de
museos, Jorge Alberto Manrique, fue objeto de un emotivo homenaje con
motivo de sus 80 años, cumplidos el pasado 17 de julio de 2016. El
tributo fue organizado por el Instituto de Investigaciones Estéticas
(IIE), de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), al que
Manrique pertenece desde 1968, y dirigió de 1974 a 1980. Fue en
colaboración con el Museo Nacional de Arte, del que el homenajeado
fue director fundador en 1982-1983, y el Museo de Arte Moderno, que
dirigió de 1987 a 1988.
El acto inaugural fue el 6 de
septiembre en el salón El Generalito del Antiguo Colegio de San
Ildefonso, antigua sede del plantel número 1 de la Escuela Nacional
Preparatoria. Manrique, ataviado con su clásica corbata de moño,
expresó en su intervención: “Soy producto de la escuela pública
en todos sus niveles, desde la primaria Mártires de la Libertad en
Azcapotzalco y la secundaria #4 Moisés Sáenz en San Cosme, hasta la
preparatoria aquí en San Ildefonso y la universidad en la UNAM”.
Continuó: “Siempre convivimos
hijos de ricos y políticos, estudiantes de clase media y de familias
modestas, o sea, realmente fue una educación democrática”. Acotó:
“Mi primer recuerdo del Generalito fue cuando, entre la sillería
esculpida, el púlpito y los cuadros del siglo XVIII, los murales de
Orozco y las otras maravillas de este gran salón, nos bajaron los
calzones para hacernos el examen médico”.
En esa época Manrique se hizo
“adicto” a los museos, los murales en edificios públicos y las
iglesias: “Me gustaba la biblioteca de Antropología, en las calle
de Moneda, iba como 'oyente' a Mascarones y a conferencias y
conciertos en El Colegio Nacional, así como al cine. En la
preparatoria crecimos, adquirimos nuevos hábitos y vicios: nuestra
vida empezaba de verdad”.
A lo largo de los dos días que duró
el homenaje una larga lista de investigadores, tanto de las artes
como de la historia, funcionarios culturales y artistas, abarcaron
las múltiples facetas de la personalidad, el quehacer profesional y
los vaivenes de Manrique. Afloraron las anécdotas, algunas muy
chuscas.
Magdalena Zavala, coordinadora
nacional de Artes Visuales del Instituto Nacional de Bellas Artes, se
refirió a la salida del crítico de arte del Museo de Arte Moderno
por defender la libertad de expresión y artística, como “una
dolorosa historia para la institución”. El 23 de enero de 1988 el
grupo Pro Vida logró que se desmantelara una instalación de Rolando
de la Rosa que consideraban ofensiva.
Renato González Mello, director del
IIE, también se refirió al “infausto incidente”: “Quizá
hemos visto con algo de gusto los abismos de ridiculez en los que se
han arrojado quienes organizaron y cometieron esa acción atroz de
intolerancia”.
Sylvia Navarrete, directora del
Museo de Arte Moderno, preguntó por qué Manrique ha dejado tal
huella en los museos si sólo estuvo tres años. En el recinto bajo
su cargo “marcó una línea”, aseguró.
De acuerdo con Gloria Villegas,
directora de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, se
considera que Manrique inauguró una manera distinta de escribir la
historia del arte. Elisa Vargaslugo, investigadora emérita del IIE,
recordó la gestión de Manrique frente al Instituto, ya que abrió
las puertas a la juventud, a la vez que tomaron nuevos aires los
estudios de la música y la danza.
Las primeras tres mesas del homenaje
se efectuaron en el Museo Nacional de Arte. Allí, Renato González
Mello dijo que con los 80 años del investigador “celebramos la
plenitud de una vida intelectual que se apoya en una vastísima
erudición”.
Alberto Dallal, investigador
especializado en danza, aseguró: “El que tuvo la culpa que no
fuera teporocho fue Jorge Alberto Manrique”, a quien conoce desde
la secundaria. Expresó su admiración por la forma en que el
historiador puede manejar varios planos de la realidad: “De él
aprendí que la crítica sin historia no puede existir. Es decir, no
se puede hacer tampoco historia del arte si no seguimos a los
críticos especializados, buenos o malos, porque ellos ponen en la
realidad una obra de arte que de otra manera no estaría”. “Sin
historia no hay historia del arte”, reiteró.
El segundo y último día del
homenaje, ya instalados en el Museo de Arte Moderno, el arquitecto
Xavier Cortés Rocha, quien más que nada ha coincidido con Manrique
en la defensa del patrimonio, recordó que su colega “inventó”
los coloquios internacionales de historia del arte que van en su
edición 40.
La investigadora y crítica de arte
Teresa del Conde se refirió a Manrique como “un hombre manierista”
y explicó que para él todo lo que no es arte renacentista en Italia
es manierismo”.
Para el pintor y escultor Manuel
Felguérez, de la generación de la llamada Ruptura, el homenajeado
es un crítico que “nos ayudó por medio de sus ensayos”. Para el
artista, continuó, “es importante la crítica porque es nuestra
manera de hablarle a la sociedad”. Sin embargo, “últimamente los
críticos han desaparecido”. Cuando Manrique empezó en la crítica,
ésta estaba de lado de la Escuela Mexicana. Como generación “nos
refugiamos más bien en los escritores. Pero cuando Manrique aparece
por fin teníamos a un académico”.
El homenajeado estuvo muy pendiente
de las palabras de todos los participantes como Eloy Tarcisio,
Gabriel Macotela, Miriam Kaiser, Francisco Castro Leñero, Raúl
Herrera, Fernando Macotela, Héctor Ortega, Federico Ibarra, Alberto
González Pozo y Gloria Hernández.
Concluido el tributo don Jorge
Alberto se trasladó al jardín del Museo de Arte Moderno para el
coctel, ahora apoyado con una silla de ruedas. Como dijo Teresa del
Conde: “A Manrique le gusta ser festejado”.