jueves, 21 de abril de 2016

Ana Teresa Fernández, artista comprometida

La artista Ana Teresa Fernández (Tampico, 1980), radicada en Estados Unidos desde los 11 años de edad, rinde homenaje a los 43 normalistas de Ayotzinapa desaparecidos en Iguala, con Erasure (Borradura), exposición que acaba de presentar en la Galería Wendi Norris, de San Francisco, California.

Dueña de un estilo hiperrealista, Fernández habla del momento en que se enteró de la desaparición de los estudiantes de la escuela rural de Ayotzinapa, Guerrero: “Estaba sentada en la mesa de mi cocina cuando primero leí las noticias al respecto; sentí un dolor muy fuerte en el estómago”.

En los meses que siguieron, la pintora leyó innumerables reportajes acerca del destino violento y la protesta subsecuente a cargo de muchos ciudadanos que solían vestirse de negro. Para su exposición en la Galería Wendi Norris, Fernández incluyó un video, también titulado Erasure, que registra a manera de performance pintarse su cuerpo de negro hasta que sólo unos cuantos vislumbres de color quedaron visibles.

Al respecto ha dicho: “Las vidas de estos estudiantes no tenían ningún valor para el gobierno --eran adolescentes rurales pobres-- . Quise darles su valor, iluminar su situación. Quise saber cómo se vería y se sentiría el borrar mi propia identidad en forma de luto, pero también como homenaje a estos 43 jóvenes”.

Las cuatro pinturas, realizadas con más de 80 capas de óleo, casi son totalmente negras, aunque no es un color incluido en su paleta. Una de los cuadros representa una boca, otro muestra un par de ojos; uno más revela brazos, mientras el último hace patente la parte posterior de una cabeza. Todas esas obras están pintadas sobre fondos negros planos.

Fernández tardó casi ocho meses en terminar el primer cuadro, pues experimentó con 15 combinaciones de color, con la finalidad de conseguir un negro “suculento y aterciopelado”.



También exhibió una nueva escultura, una escalera monumental de madera colocada arriba de mecedoras desestabilizadoras. Es una pieza que representa una espina. Una instalación de texto, referida al acto de escuchar, estaba incrustada en la pared de la galería y representaba una oreja. Según ese recinto, juntas estas piezas, cada una es una representación de un componente del cuerpo humano, sugerían un cuerpo político que era disgregado.

En el sitio en Internet de la galería se lee que Fernández rinde tributo a esos jóvenes “todavía ausentes y sin que nadie haya rendido cuentas al respecto, a la vez que nos confronta con historias contemporáneas de censura, insinuando que la falta de justicia en la desaparición de los adolescentes es intencional, debido a gobiernos que no protegen ni valoran al individuo.

Al imitar esta noción en sus pinturas, los fondos cuidadosamente encimados en negro, son carentes de información -terreno abstracto que recuerda cuadrados negros utilizados en los medios sociales para oscurecer los perfiles de los usuarios en solidaridad con los jóvenes desaparecidos.”

La escultura de madera está diseñada para parecer una escalera mexicana tradicional. “Alude a los trabajadores mexicanos sin representación en Estados Unidos, quienes permanecen fuera del discurso popular”. Su posición precaria, se lee en la ficha de la galería, e “inhabilidad de avanzar socialmente --ya sea debido a la pobreza, estatus migratorio o cualquier otro tipo de opresión-- se refleja en la inestabilidad de la escalera”.


Mientras tanto en la instalación de texto se lee lo siguiente: “To hear is to let the sound wander all the way through the labyrinth of your ear; to listen is to travel the other way to meet it” (Escuchar es permitir que el sonido deambule por el laberinto de tu oreja; escuchar es viajar en sentido contrario para encontrarlo. La frase es de Rebecca Solnit). Esta instalación está hecha de espejos incrustados en la pared.

Con este cuerpo de obra, Fernández responde a la situación política en México y continúa su búsqueda de dar fuerza a los no escuchados y no vistos, los sin poder entre nosotros.”

En tiempos en que se habla de construir más muros fronterizos, hace un par de años la artista se dirigió a la costa más cercana de Tijuana, provista de varias cubetas de pintura color azul cielo. Su idea era pintar una sección de la cerca de 18 pies de altura de manera que “desaparecería del paisaje”. La barda fronteriza EU-México en el área de Playas de Tijuana se extiende 300 pies en el Pacífico.

La madre de la artista, la antropóloga, arqueóloga y fotógrafa María Teresa Fernández, registró la actividad de nueve horas de duración, mientras el cineasta Greg Rainoff, conocido por su trabajo en efectos visuales en programas como Star-Trek, lo filmó.

No faltó la confrontación con la policía local que por fortuna se resolvió en favor de Ana Teresa Fernández. El resultado final fue Borrando la frontera, obra que desafía las nociones de cómo las personas y los espacios pueden ser fácilmente eliminados o ignorados, un punto central y recurrente en la obra de la artista.

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