La
artista Ana Teresa Fernández (Tampico, 1980), radicada en Estados
Unidos desde los 11 años de edad, rinde homenaje a los 43
normalistas de Ayotzinapa desaparecidos en Iguala, con Erasure
(Borradura),
exposición que acaba de presentar en la Galería Wendi Norris, de
San Francisco, California.
Dueña
de un estilo hiperrealista, Fernández habla del momento en que se
enteró de la desaparición de los estudiantes de la escuela rural de
Ayotzinapa, Guerrero: “Estaba sentada en la mesa de mi cocina
cuando primero leí las noticias al respecto; sentí un dolor muy
fuerte en el estómago”.
En
los meses que siguieron, la pintora leyó innumerables reportajes
acerca del destino violento y la protesta subsecuente a cargo de
muchos ciudadanos que solían vestirse de negro. Para su exposición
en la Galería Wendi Norris, Fernández incluyó un video, también
titulado Erasure,
que registra a manera de performance
pintarse su cuerpo de negro hasta que sólo unos cuantos vislumbres
de color quedaron visibles.
Al
respecto ha dicho: “Las vidas de estos estudiantes no tenían
ningún valor para el gobierno --eran adolescentes rurales pobres-- .
Quise darles su valor, iluminar su situación. Quise saber cómo se
vería y se sentiría el borrar mi propia identidad en forma de luto,
pero también como homenaje a estos 43 jóvenes”.
Las
cuatro pinturas, realizadas con más de 80 capas de óleo, casi son
totalmente negras, aunque no es un color incluido en su paleta. Una
de los cuadros representa una boca, otro muestra un par de ojos; uno
más revela brazos, mientras el último hace patente la parte
posterior de una cabeza. Todas esas obras están pintadas sobre
fondos negros planos.
Fernández
tardó casi ocho meses en terminar el primer cuadro, pues experimentó
con 15 combinaciones de color, con la finalidad de conseguir un negro
“suculento y aterciopelado”.
También
exhibió una nueva escultura, una escalera monumental de madera
colocada arriba de mecedoras desestabilizadoras. Es una pieza que
representa una espina. Una instalación de texto, referida al acto de
escuchar, estaba incrustada en la pared de la galería y representaba
una oreja. Según ese recinto, juntas estas piezas, cada una es una
representación de un componente del cuerpo humano, sugerían un
cuerpo político que era disgregado.
En
el sitio en Internet de la galería se lee que Fernández rinde
tributo a esos jóvenes “todavía ausentes y sin que nadie haya
rendido cuentas al respecto, a la vez que nos confronta con historias
contemporáneas de censura, insinuando que la falta de justicia en la
desaparición de los adolescentes es intencional, debido a gobiernos
que no protegen ni valoran al individuo.
“Al
imitar esta noción en sus pinturas, los fondos cuidadosamente
encimados en negro, son carentes de información -terreno abstracto
que recuerda cuadrados negros utilizados en los medios sociales para
oscurecer los perfiles de los usuarios en solidaridad con los jóvenes
desaparecidos.”
La
escultura de madera está diseñada para parecer una escalera
mexicana tradicional. “Alude a los trabajadores mexicanos sin
representación en Estados Unidos, quienes permanecen fuera del
discurso popular”. Su posición precaria, se lee en la ficha de la
galería, e “inhabilidad de avanzar socialmente --ya sea debido a
la pobreza, estatus migratorio o cualquier otro tipo de opresión--
se refleja en la inestabilidad de la escalera”.
Mientras
tanto en la instalación de texto se lee lo siguiente: “To hear is
to let the sound wander all the way through the labyrinth of your
ear; to listen is to travel the other way to meet it” (Escuchar es
permitir que el sonido deambule por el laberinto de tu oreja;
escuchar es viajar en sentido contrario para encontrarlo. La frase es
de Rebecca Solnit). Esta instalación está hecha de espejos
incrustados en la pared.
“Con
este cuerpo de obra, Fernández responde a la situación política en
México y continúa su búsqueda de dar fuerza a los no escuchados y
no vistos, los sin poder entre nosotros.”
En
tiempos en que se habla de construir más muros fronterizos, hace un
par de años la artista se dirigió a la costa más cercana de
Tijuana, provista de varias cubetas de pintura color azul cielo. Su
idea era pintar una sección de la cerca de 18 pies de altura de
manera que “desaparecería del paisaje”. La barda fronteriza
EU-México en el área de Playas de Tijuana se extiende 300 pies en
el Pacífico.
La
madre de la artista, la antropóloga, arqueóloga y fotógrafa María
Teresa Fernández, registró la actividad de nueve horas de duración,
mientras el cineasta Greg Rainoff, conocido por su trabajo en efectos
visuales en programas como Star-Trek,
lo filmó.
No
faltó la confrontación con la policía local que por fortuna se
resolvió en favor de Ana Teresa Fernández. El resultado final fue
Borrando la frontera,
obra que desafía las nociones de cómo las personas y los espacios
pueden ser fácilmente eliminados o ignorados, un punto central y
recurrente en la obra de la artista.
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