miércoles, 21 de septiembre de 2022

Los vaqueros de Ana Segovia

El charro mexicano y el vaquero estadunidense son dos figuras a revisión en la pintura de Ana Segovia (Ciudad de México1991). Para su exposición Pos’ se acabó este cantar (2021), realizada en el Museo de Arte Carrillo Gil, Segovia reinterpretó filmogramas de la época de oro del cine mexicano bajo la premisa de resignificar la imagen del charro. El contrapunto de esta investigación es Paisajes, muestra montada ahora en la Galería Karen Huber, que retoma la figura del vaquero.
De acuerdo con la entrevistada existe la noción histórica de que el charro y el vaquero vienen de la misma tradición. De allí, el lienzo charro y el rodeo vaquero. Sin embargo, estas dos tradiciones son separadas de manera artificial por “la revolución cinematográfica que sucede paralelamente en ambos países. Hollywood ayuda a cementar la idea del vaquero como un símbolo nacionalista, mientras que México lo hace con el charro”.
Segovia proviene de una familia de cineastas y pintores. En un principio pensó dedicarse al cine, sin embargo se lo pasaba haciendo guiones gráficos que pintaba. De hecho, no quería ser pintora porque en ese momento “existía un tabú alrededor de la pintura en México”. Tuvo la suerte de irse a estudiar a la Escuela de Arte del Instituto de Chicago, en un momento en que “los discursos estadunidenses alrededor de la pintura ya habían sanado un poco. Se le revalorizaba como una herramienta artística relevante más allá de su significado de mercado. Sentía que la pintura renacía sin estas cicatrices del modernismo y posmoderismo que anunciaron tanto su muerte”.
Al regresar a México en 2017 la entrevistada percibió que “había una sed por ver la pintura de nuevo como un tipo de expresión válida”, además de encontrar varios espacios independientes interesados en mostrarla.
Desde hace seis años, gran parte de la pintura de Segovia está inspirada en filmogramas mexicanos así como de películas del Viejo Oeste, desde John Ford hasta el spaghetti western. El colorido empleado por la artista no tiene nada que ver con las filmografías originales, que son en blanco y negro, ni siquiera con un traje de charro real. En su paleta “intervenida por la imaginación” se imponen colores vivos, muchas veces primarios.
En el caso de Paisajes los cuadros no hacen referencia a una película en particular, además las filmogramas son inventadas. Segovia trabajó con una amiga para generar las poses buscadas y dar la impresión de pintar filmogramas. Su paleta “más naturalista” ayuda a dar la sensación de que lo visto “no es una mera construcción, sino existe en el mundo”.
Si Segovia no detalla los rostros de sus personajes es para dejar “abierta”, la figura del charro, no sólo al individuo, sino al colectivo. “Esta idea de la masculinidad, la mexicanidad, cualquier tipo de identidad maquilada, como algo que actuamos, es exterior a nosotros. Cuando pintas un rostro, una figura, le das una individualidad. Sin embargo, cuando lo dejas abierto lo universalizas de alguna manera, también lo vuelves artificial”.
Paisajes consta de ocho óleos –siete llevan por título Know when to fold ‘em (Saber cuando retirarse)-- y el mural Paisaje que funciona como escenografía. Los días 22 al 25 de septiembre se presentará una coreografía del bailarín Diego Vega Solorza, con la idea de abordar la historia de la escenografía, su relación con el cine y el vínculo de éste con la danza moderna. En el proceso de investigación participó la historiadora de arte Mariel Vela.
La exposición Paisajes permanecerá hasta el 30 de noviembre en la Galería Karen Huber, Bucareli 120, planta alta, colonia Juárez.