domingo, 28 de agosto de 2022

Rangel Ramos y Alpízar en Acapulco 62

Hace nueve años al artista César Rangel Ramos (Ciudad de México, 1977) se le “agotó” tanto el motivo como la manera de pintar. Ante la falta de motivación, recurrió a la escultura y la fotografía. Mediante la primera llegó a una técnica que llamó albigrafía, cuyas características físicas lo condujeron de nuevo a la pintura.
Bajo el título Entredicho, Rangel Ramos exhibió seis albigrafías, una pintura y una impresión de inyección de tinta en la galería Acapulco 62. Compartió la exposición con Iris Aík Alpízar (Ecatepec, Estado de México, 1994), pintora, escultora y directora de la Cachorro Galería, actualmente virtual.
“La albigrafía me resolvió, no sólo el motivo de qué pintar, sino cómo hacerlo”, expresa el entrevistado con 27 años de trayectoria. El nombre de la técnica viene de “albus” –claro y luminoso-- y “grafía” –dibujar y escribir-- . Este “neologismo”, inventado por Rangel Ramos, porque la técnica no existía, consiste en dibujar sobre acrílicas negras, con agua y lijas. “La fricción produce un polvo que cuando se seca, se torno un gris muy claro, entonces, la imagen aparece por contraste. El polvo también es pintura porque en el sentido estricto es pigmento organizado sobre una superficie”, afirma.
Dicha técnica tiene una “debilidad”ya que no se puede fijar: “He intentado con un montón de materiales y no me funciona”. Para preservarlo, hay que enmarcarlo con vidrio, pero separado de la obra para que no le toque, y mantenerlo en una suerte de relicario, aislado y encapsulado. Al expositor no le molesta este inconveniente porque “implica una poética de la pérdida de la obra, aunque no de la imagen”.
Explica: “Lo pongo en el escáner y el contacto del vidrio no le hace nada a la imagen. Escaneo a una altísima resolución. Tengo un archivo de memoria y allí guardo la imagen, de manera que, si se pierde la pieza original, se conserva una imagen en óptima calidad, tanto que podría hacer una impresión de ella en el tamaño que quiera”.
La imagen sobre la placa de acrílico se borra con los dedos, como una especie de tiza sobre el pizarrón. Aun borrada la imagen “quedan los vestigios de lo que fuera, que a su vez son imagen. Llevada al escáner, también es fotografía, anota.
Aunque una obra independiente, una albigrafía puede servir de boceto preparatorio para una pintura grande. En el óleo Imago del porque sí se hacen evidentes elementos como un relámpago, un árbol de mezquite, una serpiente, así como figuras míticas de su interés como lo son tres cipreses, alusivos Hécate, diosa de representación triple en la cosmovisión arcaica griega.
Iris Aik Alpízar, por su parte, exhibe 20 obras de pequeño formato relacionadas con el juego. “Kant decía que el juego es una expresión de la libertad. Mi búsqueda me lleva hacia la libertad y la levedad”, dice la entrevistada cuyo trabajo se realiza tanto en tela como en vidrio.
Lectora del filósofo surcoreano Byung-Chul Han, quien “ha hablado de la sociedad del cansancio, que incluso se muere debido al trabajar. Ante una sociedad fatigada y estresada, he pensado el arte como una solución de alguna forma en que los objetos pueden volverse un art toy, un juguete que se puede manipular. Por lo tanto, podemos tener algo que Byung-Chul llama el momento negativo –el positivo en cuando trabajamos-- en el que tener un instante introspectivo. En mi obra es la oportunidad de vernos a nosotros mismos”.
Sobre su obra en vidrio, señala que son retazos que se salen de los formatos cuadrados o rectangulares, en busca del cambio. “El vidrio te da dos versiones de una imagen que al final se vuelve una, a la vez que da una sensación de levedad del personaje”, dice.
La exposición Entredicho estuvo montada del 25 de junio al 7 de agosto, de 2022, en la galería Acapulco 62, Dr. Atl 217, colonia Santa María la Ribera. Las imágenes son cortesía de los artistas. Las de blanco y negro son de Rangel Ramos y las de color de Alpízar.