El
violeta es de México, expresa el artista visual Ricardo Mazal (CDMX,
1950). Además, es el color más espiritual. Probablemente por eso lo
usan tanto en la Iglesia como en relación con la realeza, acota el
pintor cuya exposición Violeta, en el Centro Cultural
Estación Indianilla, marcó un cambio de dirección en su obra. Si
muestras previas como La tumba de la reina roja (en Palenque),
Kailash (monte de los Himalayas) y Bután-abstracto
(país asiático), se basaban en un lugar concreto, ahora giró en
torno a un sentimiento: la emoción de un color.
Todo
partió de la serie de cuatro cuadros Noche transfigurada,
mostrada en la feria de arte ZonaMaco 2016, de fondo azul-grisáceo
oscuro, con una sugerencia de ramas iluminadas, al que Mazal
introdujo líneas muy delgadas de color. Sin embargo, en una de ellas
“el azul vibraba demasiado con el amarillo entonces dije, voy a
poner un violeta”. Era la primera vez que empleaba ese color “quizá
el más difícil de dominar”, por ser “en principio muy
femenino”.
Salió
un violeta “muy neutral. No se iba demasiado ni al rojo ni al
azul”. A partir de esa experiencia a Mazal le entró “una
curiosidad y una obsesión” por explorar la espiritualidad del
violeta como color. De allí que se propuso investigar todas las
tonalidades del púrpura. Inicialmente, pintó la serie para una
exposición en la galería Sunadaram Tagore, en Nueva York, luego
itineró a su local en Singapur. En el proceso descubrió, a raíz de
hacer unas pruebas de sangre que le pidieron, que “la mía era del
color que había pintado el día anterior”.
Para
la realización de los óleos (12 de formato grande en el área
principal del recinto, mientras que en la planta baja había 15
cuadros de mediano y pequeño formato), el entrevistado desarrolló
una técnica que consistió en remover la pintura de manera que
quedaran “filitos gruesos de óleo que contrastan con la parte más
transparente y delgada de la pintura”.
La
música siempre ha sido un componente destacado en el trabajo de
Mazal, no como una inspiración mientras pinta, sino como un punto de
referencia de “dónde estoy emocionalmente”. En el caso, por
ejemplo, de Kailash le pidió una composición a Mario
Lavista. Para Violeta empleó la Sinfonía No. 4 de
Arvo Pärt, dedicada a la ciudad de Los Ángeles, California.
Comenta: “Esta sinfonía se volvió parte de la obra. La escuchaba
de vez en cuando para trasladarmeme a ese mismo espacio emocional. Si
cierro mis ojos y escucho esta música veo el color violeta.
Curiosamente la portada del disco de Pärt, que se llama For Los
Angeles, es violeta, aunque de eso me di cuenta mucho después”.
Finalmente,
el color violeta puede ser tan intenso como se aprecia en los
cuadros. De allí que Mazal necesitó de un “respiro” y un
“espacio de paz”, entonces hizo algunos cuadros blancos, que son
más geométricos, a modo de descanso.
Agrega:
“Mi inquietud y pasión como artista consiste en buscar algo, no
repetirme a mí mismo, no cansar las ideas ni técnica ni
conceptualmente. No pinto con un lienzo en blanco a ver qué me
inspira ese momento. Para nada. Todo tiene un análisis, un
pensamiento, un concepto profundo en cuanto por qué el violeta, ya
que empezó como esta sensación que tuve de lo misterioso y
espiritual, y terminó al relacionarse con la sangre. Me importa
trabajar con el espacio y el conjunto para que se vuelvan una
experiencia. No quiero que el espectador vea el cuadro sino que
sienta lo que es la totalidad de la experiencia”.
Toda
la obra fue pintada en el estudio de Mazal en Santa Fe, Nuevo México.