martes, 14 de noviembre de 2017

Ricardo Mazal y el color violeta



El violeta es de México, expresa el artista visual Ricardo Mazal (CDMX, 1950). Además, es el color más espiritual. Probablemente por eso lo usan tanto en la Iglesia como en relación con la realeza, acota el pintor cuya exposición Violeta, en el Centro Cultural Estación Indianilla, marcó un cambio de dirección en su obra. Si muestras previas como La tumba de la reina roja (en Palenque), Kailash (monte de los Himalayas) y Bután-abstracto (país asiático), se basaban en un lugar concreto, ahora giró en torno a un sentimiento: la emoción de un color. 
 

Todo partió de la serie de cuatro cuadros Noche transfigurada, mostrada en la feria de arte ZonaMaco 2016, de fondo azul-grisáceo oscuro, con una sugerencia de ramas iluminadas, al que Mazal introdujo líneas muy delgadas de color. Sin embargo, en una de ellas “el azul vibraba demasiado con el amarillo entonces dije, voy a poner un violeta”. Era la primera vez que empleaba ese color “quizá el más difícil de dominar”, por ser “en principio muy femenino”.


Salió un violeta “muy neutral. No se iba demasiado ni al rojo ni al azul”. A partir de esa experiencia a Mazal le entró “una curiosidad y una obsesión” por explorar la espiritualidad del violeta como color. De allí que se propuso investigar todas las tonalidades del púrpura. Inicialmente, pintó la serie para una exposición en la galería Sunadaram Tagore, en Nueva York, luego itineró a su local en Singapur. En el proceso descubrió, a raíz de hacer unas pruebas de sangre que le pidieron, que “la mía era del color que había pintado el día anterior”.


 






Para la realización de los óleos (12 de formato grande en el área principal del recinto, mientras que en la planta baja había 15 cuadros de mediano y pequeño formato), el entrevistado desarrolló una técnica que consistió en remover la pintura de manera que quedaran “filitos gruesos de óleo que contrastan con la parte más transparente y delgada de la pintura”. 
 

La música siempre ha sido un componente destacado en el trabajo de Mazal, no como una inspiración mientras pinta, sino como un punto de referencia de “dónde estoy emocionalmente”. En el caso, por ejemplo, de Kailash le pidió una composición a Mario Lavista. Para Violeta empleó la Sinfonía No. 4 de Arvo Pärt, dedicada a la ciudad de Los Ángeles, California. Comenta: “Esta sinfonía se volvió parte de la obra. La escuchaba de vez en cuando para trasladarmeme a ese mismo espacio emocional. Si cierro mis ojos y escucho esta música veo el color violeta. Curiosamente la portada del disco de Pärt, que se llama For Los Angeles, es violeta, aunque de eso me di cuenta mucho después”.



Finalmente, el color violeta puede ser tan intenso como se aprecia en los cuadros. De allí que Mazal necesitó de un “respiro” y un “espacio de paz”, entonces hizo algunos cuadros blancos, que son más geométricos, a modo de descanso.


Agrega: “Mi inquietud y pasión como artista consiste en buscar algo, no repetirme a mí mismo, no cansar las ideas ni técnica ni conceptualmente. No pinto con un lienzo en blanco a ver qué me inspira ese momento. Para nada. Todo tiene un análisis, un pensamiento, un concepto profundo en cuanto por qué el violeta, ya que empezó como esta sensación que tuve de lo misterioso y espiritual, y terminó al relacionarse con la sangre. Me importa trabajar con el espacio y el conjunto para que se vuelvan una experiencia. No quiero que el espectador vea el cuadro sino que sienta lo que es la totalidad de la experiencia”.


Toda la obra fue pintada en el estudio de Mazal en Santa Fe, Nuevo México.