La
artista griega Athina Ioannou (Atenas, 1968) se fue a estudiar a
Dusseldorf, Alemania, a raíz de un encuentro fortuito en Roma con su
paisano Jannis Kounellis (1936-2017), exponente del movimiento Arte
Povera, quien fue profesor de la Academia de Arte de Dusseldorf de
1993 a 2001.
Entrevistada
con motivo de su exposición Polifonías en la Galería
Hilario Galguera, Ioannou, entonces de 18 años, recuerda que en esa
ocasión traía en las manos un libro que contenía una entrevista
realizada en Basel con Kounellis, Joseph Beuys, Anselm Kiefer y Enzo
Cucchi. Cargada de un bagaje cultural “clásica, tradicional e
histórica”, la joven se había ido a Roma a estudiar en la
Academia de Arte donde se encontró en “la misma familia”. Es
decir, “faltaba lo contemporáneo, la situación actual”.
De
hecho, en Roma no había hallado lo que buscaba, entonces, la
entrevista fue una revelación. Su primera reacción fue conocer a
los artistas entrevistados. De allí que el encuentro con Kounellis
le resultó “extraordinario”, además le dijo a la joven que
había un ambiente fantástico en Dusseldorf y tal vez debería ver
por sí mismo.
Para
Ioannou la ciudad alemana resultó “una ventana hacia Arcadia, un
paraíso, porque allí encontré cientos de artistas que buscaban lo
mismo que yo”. A pesar de buscar la contemporaneidad, la
entrevistada cayó en cuenta que no podía aislarse de su pasado. De
allí que se propuso abordar el pasado y el presente en el mismo
momento. Considera, además, que las obras del pasado siguen actuales
en el presente: “Desconozco por qué, es como un momento mágico”.
Ejemplifica
con Gordon Matta-Clark (1943-1978), artista estadunidense
“extraordinario tanto en lo visual como en su pensamiento”, y
también vinculado con una línea relacionado con el pasado, sin
embargo dirigida al presente en aras del futuro, cosa que “me
fascina e inspira completamente”.
Esta
era la tercera vez que Ioannou se encontraba en México. Así que le
es familiar, no hay sorpresas y eso le importa en la medida que llegó
“sólo con sus pensamientos”, lista para producir “una obra en
un contexto” para la exposición. Así acostumbra trabajar. Se
trata de un proceso creativo menos propenso a controlarse a
priori, aunque sus ideas allí están. Es una libertad que
florece. Claro, como ella pone las semillas sabe qué crecerá. Sin
embargo, “nunca se sabe cómo saldrán las flores, plantas o
árboles”. En ese sentido entrar en contacto con la poesía le
importa mucho.
Muchos
de los materiales empleados para producir Polifonías fueron
telas tradicionales adquiridas en mercados como La Ciudadela.
Posteriormente fueron sumergidas en aceite de linaza, luego, secadas
y cortadas en pequeños pedazos, muchos en forma de triángulo.
--¿Qué la llevó a la forma
triangular?
--La geometría como una
manera de entrar en contacto con el universo. Tocar algo que tiene
que ver con la geometría penetra y extiende el pensamiento en torno
a la pintura. El triángulo tiene muchos significados. No lo empleo
de manera simbólica, sino como tal. Una forma es una forma, y por
medio de ella deseo entrar al universo.
Aunque
sus triángulos se repiten, Ioannou está en contra de la repetición
múltiple de la producción industrial. En cambio, propone “la
unicidad” porque ninguna de sus figuras es igual ya que se hacen a
mano. Además, como trabajó con un equipo de 20 personas cada quien
imprimió su propia personalidad en las piezas que le tocaron
realizar.
Por
otro lado, la entrevistada asegura que cada pieza, o triángulo,
tiene “muchos gestos” desde el de la mujer que produjo la tela.
Utiliza todo tipo de telas, algunas “muy pobres” como el yute,
que al sujetarse a un proceso se convierten en “otra cosa”. “Me
gusta darles algo a las telas porque por medio del proceso de
sumergirlas en el aceite de linaza, secar y cortar, cambian en lo
visual para convertirse en otro tipo de textil, incluso,
transparentes debido a la inmersión en el aceite de linaza, que se
relaciona con la pintura”, apunta.