jueves, 18 de mayo de 2017

Un lustro sin Carlos Fuentes



En el quinto aniversario de la “ausencia” de Carlos Fuentes (1928-2012), su viuda, la periodista Silvia Lemus, expresó que “no sólo necesitamos recordar y leerlo, sino cada vez más seguir conversando con él”. Por eso “su palabra, sus libros, sus ideas a favor del diálogo y la justicia nos siguen alentando y acompañando”. 


En el acto realizado en la Sala Manuel M. Ponce, del Palacio de Bellas Artes, acotó” “No creo ser la única mexicana que al leer el periódico se pregunte, ¿qué diría Carlos Fuentes sobre el muro de Trump? Puedo imaginar su voz encendida condenando un gobierno que pretende duplicar las fronteras. En cuanto a México me parece que muchas veces Carlos ya había previsto nuestros males mayores: la violencia, la pérdida de la comunidad, la impunidad de los poderes. También es bueno recordar que había creído mucho en la sociedad civil, de la democracia igualitaria en la modernidad como pocos intelectuales nuestros que pelearon tanto por la justicia social y la civilización democrática”.


De allí que Lemus pidió volver a sus libros y continuar la conversación con sus páginas. Los demás participantes se habían referido a tres libros de Fuentes que en 2017 cumplen medio siglo y 30 años, respectivamente, de haberse publicado: Cambio de piel y Zona sagrada (ambos de 1967), y Cristóbal Nonato (1987).
La periodista escogió hablar de La frontera de cristal (1995), novela en nueve cuentos, escrita en la época en que se concibió el Tratado de Libre Comercio (TLC). En ella Fuentes muestra como en la frontera entre los dos países se agudizan el resentimiento y los intereses económicos en tiempos de negociación como los que motiva el TLC. El libro es “emblemático” de la preocupación de Fuentes por la relación bilateral.


Gonzalo Celorio, al hablar de Cambio de piel, afirmó que es una novela ambiciosa que corresponde a la juventud del autor. Un libro que responde a la necesidad apremiante de decirlo todo, de compendiarlo todo, una novela urgida de llenar un vacío histórico, de plasmar nuestro ser en relación con nosotros mismos y con la cultura universal.


El autor de Del esplendor de la lengua española dijo que Cambio de piel es una novela de gran relevancia para la literatura mexicana, pero acaso lo es más para su historia. Pues “continua y de algún modo culmina el largo proceso de emancipación cultural que se inicia con nuestra independencia política en los albores del siglo XIX, que durante toda esta centuria se esfuerza en definir nuestra propia identidad que constantemente se debate entre las culturas originarias y la europea impuesta”.Cambio de piel es un gigantezco mural pintado por un miniaturista. Es un texto “libertador para todos nosotros, pero también para Fuentes quien mudó de piel con ello”.


Ana García Bergua reconoció que Zona sagrada se ha considerado una novela de menor envergadura dentro de la vasta e inabarcable obra del homenajeado. Sus protagonistas están inspirados en la actriz María Félix y su hijo el actor Enrique Álvarez Félix. De allí que le agradó hablar de “ella justamente por la curiosidad y la convicción de que la obra de un autor, incluso el más antiguo de todos, es un ser vivo y cada lectura renueva al infinito sus posibles reverberaciones e interpretaciones”.


La narradora y colaboradora de La Jornada Semanal afirmó que “de alguna forma Zona sagrada se lee como una película , una película cuyos temas indagan hondo en temas míticos y sempiternos, inquietantes”.
Para la autora de Fuego 20 “la gran apuesta estilística de Fuentes, esa que buscó totalizar las voces joyceanas y faulknerianas y los espejos del nouveau roman con el trasfondo de la historia y la literatura, encuentra en esta novela de 1967 los primeros acercamientos a esa gran ambición”.


Respecto de Cristóbal Nonato, el investigador Antonio Saborit señaló: “En el transcurso de la gestión de Nonato, el lector conoce lo que debe sobre la historia familiar del personaje central de la novela y la épica y antiépica nacional. Ésta era la idea desde un principio cuando Fuentes se aventuró a acomodar el trama de la novela en el futuro aunque sin ir más allá de los seis años que como máximo establece nuestro sistema métrico sexenal. Al cabo del tiempo el escenario imaginado por Fuentes para el México de 1992 se integra de manera natural del festín que es Cristóbal Nonato y de hecho todo futurismo desparece… La violencia, la prisa, la crueldad y la muerte siguen siendo nuestras alfabetizaciones”.