jueves, 2 de junio de 2016

Vlady, pintor afortunado


El pintor y muralista Vladimir Kibalchich Russakov (1920-2005), mejor conocido como Vlady, es un artista afortunado porque un centro ostenta su nombre y se dedica a resguardar, estudiar y difundir su legado. El Centro Vlady, perteneciente a la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM), es dirigido por el historiador Claudio Albertani, entusiasta prosélito de la figura y obra del ruso-mexicano arraigado aquí desde 1940, quien no se cansa de explorar sus múltiples facetas.

Ubicado en Goya 63, colonia Insurgentes Mixcoac, esa institución cultural alberga 318 cuadernos del artista, con promedio de 100 páginas cada uno; 245 grabados; 63 óleos, y 376 dibujos.

El pasado 19 de mayo el recinto inauguró Vlady: imágenes y letras, exposición de fotografías, escritos, textos de prensa y obra pictórica, cuyo objetivo es recorrer las diferentes aristas de quien también fue militante, polemista y editor.

Es una muestra documental montada gracias a la colaboración con Carlos Díaz, sobrino y heredero de Vlady, y con la Biblioteca Miguel Lerdo de Tejada --allí pintó su obra principal, el mural Las revoluciones y los elementos, concluido en 1982-- , perteneciente a la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, que les proporcionó artículos de prensa.

Según Albertani la idea nació a raíz de la exhibición organizada por esa biblioteca, dedicada a “reconstruir” al artista ante la crítica. Coincidió que Carlos Díaz prestó fotos al Centro Vlady para que las digitalizara y tener allí de archivo. El profesor-investigador de la UACM decidió aprovechar la coyuntura para hacer una exposición.

La muestra se divide en tres bloques. En la primera sala, Vlady íntimo rastrea a sus familias paterna y materna mediante fotografías, dibujos y acuarelas del artista. La pieza más temprana es de 1925, allí el niño dibuja dos personajes con crayón y lápiz. Su primer retrato, del escritor rumano Panaït Istrati, fue hecho antes de cumplir los ocho años. Hay autorretratos de 1934 y 1935.




“Empecé a dibujar a los seis años, quizá antes –explica Vlady desde una cita en la pared--. La pintura brotó en mí como evasión o como terapia, tal vez porque nuestra vida familiar nunca fue fácil. La pintura fue para mí una fuga, pero también un medio para afirmar mi personalidad en un mundo hostíl”.

Vlady nació un 15 de junio de 1920 en Petrogrado durante la guerra civil en Rusia. Su padre, Víctor-Napoleón Lvovich Kibalchich, mejor conocido como Víctor Serge, era un político anarquista nacido en Bélgica de padre antizarista. Su madre, Liuba Russakova, procedía de una familia de exiliados anarquistas y trabajaba de estenógrafa en la oficina de Zinóviev, revolucionario bolchevique.
La exposición reúne varias “joyas”, como dos fotografíass, una inédita, de un pariente lejano, integrante de la organización que asesinó al zar Alejandro II en 1881, y que posteriormente fue colgado, cuya figura es una “obsesión en la memoria de Vlady, quien lo reproduce en su obra mediante transfiguraciones”, asegura Albertani.

Hay varias fotos de Vlady niño, una con su abuela materna que desapareció en el GULAG (sistema de campos de trabajos forzados de la Unión Soviética). Vlady estuvo en Oremburgo, antesala geográfica y política de ese horror, de 1933 a 1936 con su padre, quien salió de “milagro”. Allí su madre comenzó a perder la razón, agobiada por la persecución, aunque dio a luz en 1935 a Jeannine, hermana del pintor, ya fallecida.

Para Vlady Oremburgo era “la frontera del mundo, el sitio donde terminan la vida y los sueños. Lo que todavía no alcanzo a entender es por qué la deportación se quedó en mi memoria como una época luminosa. Los cielos eran verticales e insólitamente altos en las estepas y las temperaturas extremosas: hasta 45 grados en verano, y menos 45 en invierno.

“En julio, el calor era tan intenso que las dunas de arena a un lado del río Ural parecían incendiarse. En diciembre el cielo asumía violentos tonos de azul cobalto y la blancura de la nieve cegaba los ojos. Entonces los rayos de sol iluminaban las estepas como hilos de seda colgantes de la inmensa cúpula del cielo.”

Las obras tempranas de Vlady hacen eco de muchas de las fotos exhibidas. Incluso, mediante sus bocetos juveniles recupera a anarquistas y disidentes de la revolución olvidados, como Volin y Stoop. Para la exposición se tradujo al español el poema Marsella, de Serge, que “dialoga” con dibujos que su vástago hizo en 1940 en el puerto francés donde estuvieron ocho meses antes de partir rumbo a México. Este segundo bloque se llama Vlady guerrero, pues se refiere al joven de 20 años que “apenas decide si quiere ser artista porque también tiene un corazón militante”.

Esa sala también exhibe la pintura La escuela de los verdugos (1947), de la que el artista había dicho: “Hace 50 años pinto este cuadro y no lo puedo terminar”.

Imágenes y letras también comprende primeras ediciones de libros de Serge, porque se trata de un recorrido a través de los orígenes intelectuales y políticos del pintor. Para Albertani, curador de la muestra --junto con Araceli Ramírez y Silvia Vázquez Solsona-- , la obra pictórica de Vlady no se puede entender sin la obra literaria y novelesca de Serge.




La segunda, y última sala, está dedicada al Vlady artista, con sus guiños a los pintores clásicos, a la manera de Capricho Velazqueño (1984-1991) y Estudio El Greco (1990), aparte de documentos relacionados con los frescos que pintó en el Palacio Nacional de la Revolución en la capital de Nicaragua, en 1987.

Además de editar una parte de las obras de su padre en forma póstuma, Vlady realizó pequeñas iniciativas editoriales; por ejemplo, a lo largo de varios años publicó una hoja suelta llamada Carta al lector, que contenía a veces un dibujo suyo, pero sobre todo textos. Vlady escribía en español, pero sus apuntes eran también en ruso y francés. Decía tener faltas de ortografía en esos tres idiomas.