El pintor y muralista Vladimir
Kibalchich Russakov (1920-2005), mejor conocido como Vlady, es un
artista afortunado porque un centro ostenta su nombre y se
dedica a resguardar, estudiar y difundir su legado. El
Centro Vlady, perteneciente a la Universidad Autónoma de la Ciudad
de México (UACM), es dirigido por el historiador Claudio Albertani, entusiasta prosélito de la figura y obra del ruso-mexicano arraigado aquí
desde 1940, quien no se cansa de explorar sus múltiples facetas.
Ubicado en Goya 63, colonia
Insurgentes Mixcoac, esa institución cultural alberga 318 cuadernos del
artista, con promedio de 100 páginas cada uno; 245 grabados; 63
óleos, y 376 dibujos.
El pasado 19 de mayo
el recinto inauguró Vlady: imágenes y letras, exposición de
fotografías, escritos, textos de prensa y obra pictórica, cuyo
objetivo es recorrer las diferentes aristas de quien también fue militante, polemista y editor.
Es una muestra documental
montada gracias a la colaboración con Carlos Díaz, sobrino y heredero de
Vlady, y con la Biblioteca Miguel Lerdo de Tejada --allí pintó su
obra principal, el mural Las revoluciones y los elementos,
concluido en 1982-- , perteneciente a la Secretaría de Hacienda y
Crédito Público, que les proporcionó artículos de prensa.
Según Albertani la idea nació a
raíz de la exhibición organizada por esa biblioteca, dedicada a “reconstruir” al artista ante la
crítica. Coincidió que Carlos Díaz prestó fotos al Centro Vlady
para que las digitalizara y tener allí de archivo. El
profesor-investigador de la UACM decidió aprovechar la coyuntura
para hacer una exposición.
La muestra se divide en tres
bloques. En la primera sala, Vlady íntimo rastrea a sus
familias paterna y materna mediante fotografías, dibujos y
acuarelas del artista. La pieza más temprana es de 1925, allí el
niño dibuja dos personajes con crayón y lápiz. Su primer
retrato, del escritor rumano Panaït Istrati, fue hecho antes de
cumplir los ocho años. Hay autorretratos de 1934 y 1935.
“Empecé a dibujar a los seis
años, quizá antes –explica Vlady desde una cita en la pared--.
La pintura brotó en mí como evasión o como terapia, tal vez porque
nuestra vida familiar nunca fue fácil. La pintura fue para mí una
fuga, pero también un medio para afirmar mi personalidad en un mundo
hostíl”.
Vlady nació un 15 de junio de 1920 en
Petrogrado durante la guerra civil en Rusia. Su padre, Víctor-Napoleón
Lvovich Kibalchich, mejor conocido como Víctor Serge, era un
político anarquista nacido en Bélgica de padre antizarista. Su
madre, Liuba Russakova, procedía de una familia de exiliados
anarquistas y trabajaba de estenógrafa en la oficina de Zinóviev,
revolucionario bolchevique.
La exposición reúne varias
“joyas”, como dos fotografíass, una inédita, de un
pariente lejano, integrante de la organización que asesinó al zar
Alejandro II en 1881, y que posteriormente fue colgado, cuya figura es
una “obsesión en la memoria de Vlady, quien lo reproduce en su
obra mediante transfiguraciones”, asegura Albertani.
Hay varias fotos de Vlady niño, una con su abuela materna que desapareció en el GULAG (sistema de campos de trabajos forzados de la Unión Soviética). Vlady
estuvo en Oremburgo, antesala geográfica y política de ese horror, de
1933 a 1936 con su padre, quien salió de “milagro”. Allí su
madre comenzó a perder la razón, agobiada por la persecución,
aunque dio a luz en 1935 a Jeannine, hermana del pintor, ya fallecida.
Para Vlady Oremburgo era “la
frontera del mundo, el sitio donde terminan la vida y los sueños.
Lo que todavía no alcanzo a entender es por qué la deportación se
quedó en mi memoria como una época luminosa. Los cielos eran
verticales e insólitamente altos en las estepas y las temperaturas
extremosas: hasta 45 grados en verano, y menos 45 en invierno.
“En julio, el calor era tan
intenso que las dunas de arena a un lado del río Ural parecían
incendiarse. En diciembre el cielo asumía violentos tonos de azul
cobalto y la blancura de la nieve cegaba los ojos. Entonces los rayos
de sol iluminaban las estepas como hilos de seda colgantes de la
inmensa cúpula del cielo.”
Las obras tempranas de Vlady hacen
eco de muchas de las fotos exhibidas. Incluso, mediante sus
bocetos juveniles recupera a anarquistas y disidentes de la revolución
olvidados, como Volin y Stoop. Para la exposición se tradujo al
español el poema Marsella, de Serge, que “dialoga” con
dibujos que su vástago hizo en 1940 en el puerto francés donde
estuvieron ocho meses antes de partir rumbo a México. Este segundo
bloque se llama Vlady guerrero, pues se refiere al joven de
20 años que “apenas decide si quiere ser artista porque también
tiene un corazón militante”.
Esa sala también exhibe la
pintura La escuela de los verdugos (1947), de la que el
artista había dicho: “Hace 50 años pinto este cuadro y no lo
puedo terminar”.
Imágenes y letras también
comprende primeras ediciones de libros de Serge, porque se trata de un
recorrido a través de los orígenes intelectuales y políticos del
pintor. Para Albertani, curador de la muestra --junto con Araceli
Ramírez y Silvia Vázquez Solsona-- , la obra pictórica de Vlady no se
puede entender sin la obra literaria y novelesca de Serge.
La segunda, y última sala, está
dedicada al Vlady artista, con sus guiños a los pintores
clásicos, a la manera de Capricho Velazqueño (1984-1991) y
Estudio El Greco (1990), aparte de documentos relacionados con
los frescos que pintó en el Palacio Nacional de la Revolución en la capital de Nicaragua, en 1987.
Además de editar una parte de las
obras de su padre en forma póstuma, Vlady realizó pequeñas
iniciativas editoriales; por ejemplo, a lo largo de varios años
publicó una hoja suelta llamada Carta al lector, que
contenía a veces un dibujo suyo, pero sobre todo textos. Vlady
escribía en español, pero sus apuntes eran también en ruso y
francés. Decía tener faltas de ortografía en esos tres idiomas.