Desde que el niño Luis
Ángel Silva tuvo su primer encuentro con el son cubano, en forma de
un sonecito que tocaba en el zaguán del edificio donde vivía su
“mamá grande” (abuela materna), este género musical -en un
principio pensó que era mexicano- se convirtió en el gran amor de
quien sería el cantante Melón
(CDMX, 2 de octubre de 1930-7 de febrero de 2016), y lo acompañó hasta
sus últimos días. “El son es mi primer amor”, expresaba. Este
sentir no siempre fue aceptado por sus respectivas parejas
sentimentales que, al no compartir la misma pasión, se sentían
desplazadas.
El son cubano rigió su
vida, incluso desplazó otra pasión suya: el futbol soccer en el
que también brilló. Después de desvelarse trabajando en un
cabaret, resultaba difícil levantarse unas cuantas horas después
para jugar balompié, aunque lo hacía porque era joven. También
cumplía con grabaciones en la RCA Victor.
Melón
siempre manejó 1949 como el año en que comenzó profesionalmente en
el son. Era un momento en que este género musical había entrado en
el gusto de un sector de la población, aunque para Melón
siempre fue una música que se asociaba con el arrabal y, por
tanto, no aceptada entre la alta sociedad.
El Son Clave de Oro, grupo
mexicano liderado por Pepe Macías, tapatío que se arraigó en
Veracruz, gozaba de gran aceptación. Noche a noche tocaba en el
cabaret Waikikí, ubicado en Paseo de la Reforma, casi esquina
con Bucareli. Pero también actuaba en películas como Salón
México (1948) y solía pasar a diario en la
radiodifusora XEW. El cantante Benny Moré había llegado a México
en 1945 y el pianista y compositor Dámaso Pérez Prado en 1948, este
último para acabar de crear su mambo, ritmo que inyectó nueva vida al ambiente musical mexicano.
Se puede decir que Melón
llegó al son con la mesa puesta, ya que “los
viejos de la comarca”, como él decía, habían hecho una labor,
con sus altibajos, de dos décadas; entonces ya había demanda y
trabajo diario. Su primer amor sonero fueron los Guajiros del Caribe,
grupo comandado por el pianista Tony Espino. Seguiría Los Diablos
del Trópico.
Eran tiempos de
aprendizaje, de encontrarse en el café de chinos Hit´s, luego
Península, después de una noche de trabajo para desayunar con los
soneros mayores y enterarse que fulano, a quien tenía en alto
estima, era criticado porque no sabía improvisar, por ejemplo.
Melón fue
admirador de Benny Moré, con quien grabó en una película, pero
también lo fue de Cheo Marquetti, a quien equiparaba en calidad con el primero. Es posible que haya sido más influido por
Cheo que por Benny, por lo menos en lo que a la improvisación se refiere. Melón tuvo
el privilegio de presenciar una madrugada por 1951 o 1952, una
“controversia” entre el lajero
y el habanero en el antiguo cabaret Bremen, de la avenida Hidalgo, en
que ambos cantantes improvisaron el uno ante el otro inventando
versos que pudieran causar hilaridad o provocar, incluso, un final
violento. Aquella histórica controversia duró hora y media.
Ninguno pudo con el otro. Salieron los dos sonrientes y contentos de
lo que habían hecho.
Larga es la lista de
cantantes e instrumentistas admirados por Melón.
Por mencionar a unos cuantos: cantantes, Miguelito Valdés, que fue
una especie de papá artístico, Celia Cruz, Toña La
Negra, Carlos Embale, Tito Rodríguez y Tito
Allen, cuya grabación de Si me pudieras
querer, de Bola de Nieve, con la Típica 73,
le sacaba las lágrimas. Entre los mexicanos, Panchito Morales y Tony
Camargo.
Instrumentistas: los
pianistas Luis González Pérez El Viejo, Sonny Bravo y Papo
Lucca; el timbalero Tito Puente; los treseros Arsenio Rodríguez,
Pablo Zamora Peregrino y Pancho Amat; los trompetistas Manolo Güido
y Chilo Morán. Reconocía el talento en los demás y no era
envidioso.
Sus gustos musicales no se
limitaban del todo al son cubano. También fue un amante del tango
-Niebla del riachuelo,
gran éxito de Lobo y Melón, originalmente fue un tango- y de la
rumba catalana en la voz de Peret.
Melón también
amó a su país, a la Ciudad de México que lo vio nacer en la
colonia Santa María la Ribera, “el ombligo del mundo”. Cuando
tuvo que irse de México en 1975, porque Venus
Rey, entonces, líder del Sindicato Único de
Trabajadores de la Música, ya no le permitió trabajar en el Distrito Federal, jamás pudo acostumbrarse del todo a
Estados Unidos, donde vivió 13 años, así que buscó la forma de
regresar a su país.
Otro amor a primera vista
fue el puerto de Veracruz, que conoció de niño en los años 40
del siglo pasado. Tanta fue su predilección que se definía como
“chilancruzano” y decía que era el que más le había cantado a ese estado. Su versión de Veracruz,
grabada en Fania, en Nueva York, con un arreglo de Sonny Bravo, se ha
considerado la mejor grabación de la canción de Agustín Lara.
Fue Puma de corazón,
equipo que siempre apoyó en las buenas y las malas. Y, en lo que a
comida se refiere, siempre dijo, “denme una pila de tortillas
recién hechas y un molcajete de salsa, no pido más”. Tampoco
perdonaba su café con leche, con un cuerno de sal, en los Bisquet's.
¡Vale!