jueves, 31 de marzo de 2016

Melón, amores y pasiones


Desde que el niño Luis Ángel Silva tuvo su primer encuentro con el son cubano, en forma de un sonecito que tocaba en el zaguán del edificio donde vivía su “mamá grande” (abuela materna), este género musical -en un principio pensó que era mexicano- se convirtió en el gran amor de quien sería el cantante Melón (CDMX, 2 de octubre de 1930-7 de febrero de 2016), y lo acompañó hasta sus últimos días. “El son es mi primer amor”, expresaba. Este sentir no siempre fue aceptado por sus respectivas parejas sentimentales que, al no compartir la misma pasión, se sentían desplazadas.

El son cubano rigió su vida, incluso desplazó otra pasión suya: el futbol soccer en el que también brilló. Después de desvelarse trabajando en un cabaret, resultaba difícil levantarse unas cuantas horas después para jugar balompié, aunque lo hacía porque era joven. También cumplía con grabaciones en la RCA Victor.

Melón siempre manejó 1949 como el año en que comenzó profesionalmente en el son. Era un momento en que este género musical había entrado en el gusto de un sector de la población, aunque para Melón siempre fue una música que se asociaba con el arrabal y, por tanto, no aceptada entre la alta sociedad.

El Son Clave de Oro, grupo mexicano liderado por Pepe Macías, tapatío que se arraigó en Veracruz, gozaba de gran aceptación. Noche a noche tocaba en el cabaret Waikikí, ubicado en Paseo de la Reforma, casi esquina con Bucareli. Pero también actuaba en películas como Salón México (1948) y solía pasar a diario en la radiodifusora XEW. El cantante Benny Moré había llegado a México en 1945 y el pianista y compositor Dámaso Pérez Prado en 1948, este último para acabar de crear su mambo, ritmo que inyectó nueva vida al ambiente musical mexicano.

Se puede decir que Melón llegó al son con la mesa puesta, ya que “los viejos de la comarca”, como él decía, habían hecho una labor, con sus altibajos, de dos décadas; entonces ya había demanda y trabajo diario. Su primer amor sonero fueron los Guajiros del Caribe, grupo comandado por el pianista Tony Espino. Seguiría Los Diablos del Trópico.

Eran tiempos de aprendizaje, de encontrarse en el café de chinos Hit´s, luego Península, después de una noche de trabajo para desayunar con los soneros mayores y enterarse que fulano, a quien tenía en alto estima, era criticado porque no sabía improvisar, por ejemplo.

Melón fue admirador de Benny Moré, con quien grabó en una película, pero también lo fue de Cheo Marquetti, a quien equiparaba en calidad con el primero. Es posible que haya sido más influido por Cheo que por Benny, por lo menos en lo que a la improvisación se refiere. Melón tuvo el privilegio de presenciar una madrugada por 1951 o 1952, una “controversia” entre el lajero y el habanero en el antiguo cabaret Bremen, de la avenida Hidalgo, en que ambos cantantes improvisaron el uno ante el otro inventando versos que pudieran causar hilaridad o provocar, incluso, un final violento. Aquella histórica controversia duró hora y media. Ninguno pudo con el otro. Salieron los dos sonrientes y contentos de lo que habían hecho.



Larga es la lista de cantantes e instrumentistas admirados por Melón. Por mencionar a unos cuantos: cantantes, Miguelito Valdés, que fue una especie de papá artístico, Celia Cruz, Toña La Negra, Carlos Embale, Tito Rodríguez y Tito Allen, cuya grabación de Si me pudieras querer, de Bola de Nieve, con la Típica 73, le sacaba las lágrimas. Entre los mexicanos, Panchito Morales y Tony Camargo.

Instrumentistas: los pianistas Luis González Pérez El Viejo, Sonny Bravo y Papo Lucca; el timbalero Tito Puente; los treseros Arsenio Rodríguez, Pablo Zamora Peregrino y Pancho Amat; los trompetistas Manolo Güido y Chilo Morán. Reconocía el talento en los demás y no era envidioso.

Sus gustos musicales no se limitaban del todo al son cubano. También fue un amante del tango -Niebla del riachuelo, gran éxito de Lobo y Melón, originalmente fue un tango- y de la rumba catalana en la voz de Peret.

Melón también amó a su país, a la Ciudad de México que lo vio nacer en la colonia Santa María la Ribera, “el ombligo del mundo”. Cuando tuvo que irse de México en 1975, porque Venus Rey, entonces, líder del Sindicato Único de Trabajadores de la Música, ya no le permitió trabajar en el Distrito Federal, jamás pudo acostumbrarse del todo a Estados Unidos, donde vivió 13 años, así que buscó la forma de regresar a su país.

Otro amor a primera vista fue el puerto de Veracruz, que conoció de niño en los años 40 del siglo pasado. Tanta fue su predilección que se definía como “chilancruzano” y decía que era el que más le había cantado a ese estado. Su versión de Veracruz, grabada en Fania, en Nueva York, con un arreglo de Sonny Bravo, se ha considerado la mejor grabación de la canción de Agustín Lara.

Fue Puma de corazón, equipo que siempre apoyó en las buenas y las malas. Y, en lo que a comida se refiere, siempre dijo, “denme una pila de tortillas recién hechas y un molcajete de salsa, no pido más”. Tampoco perdonaba su café con leche, con un cuerno de sal, en los Bisquet's. ¡Vale!